27 Abr 2024

497. POESÍA MEXICANA. FRANCISCO HERNÁNDEZ

-20 Ene 2024

 

  

MARIPOSA

 

Tu sexo,

una mariposa negra.

Y no hay metáfora:

entró por la ventana

y fue a posarse

entre tus piernas.

 

 

PALABRAS POR DOS HOMBRES

 

Dos hombres caminan por la playa

una tarde cualquiera de un invierno cualquiera.

Recorren largos trechos en silencio.

De vez en cuando, alrededor de un gesto,

aparece el hilo de su conversación.

Los dos visten de gris, a tono con el mar desabrigado.

El de la izquierda es más alto.

El de la derecha deja huellas más hondas.

Cerca de la escollera se detienen.

El hombre de la derecha, con una rama,

dibuja en la arena media botella de vino,

queso, rebanadas de pan y la palabra voces.

El de la izquierda es Roberto Juarroz.

El de la derecha existe sólo

en la imaginación de Roberto Juarroz.

 

 

BAJO CERO

 

En los pensamientos del suicida hay un vacío

que sólo se llena con temperaturas bajo cero.

Los pensamientos del suicida no son rápidos

ni brumosos: únicamente son fríos.

 

La mente no está en blanco: está congelada.

Aparece, con filo de navaja, una sensación de

tranquilidad que se presiente interminable.

 

Con el cerebro convertido en iceberg nada se

recuerda. Ni la piel más querida, ni el nombre

de los hijos, ni los abrasamientos de la poesía.

 

El suicida es la viva imagen de la soledad.

Nadie acude a ese trozo de hielo que una bala

cruza de polo a polo.

 

Aun en los trópicos, cuando alguien se suicida,

comienza tristemente a nevar.

 

 

PREGUNTA

 

Para Miguel Kolteniuk

 

Pregunta si tus padres

dejaron de quererse al engendrarte.

De ser así, nunca verás la luz

con buenos ojos y tendrás

que inventarla cada día.

 

 

GATARSIS

 

Todos los gatos son hijos de perra. Sobre todo las gatas. Entran y salen a su antojo, no se pueden domesticar y sienten debilidad por los espejos estrellados.

 

Se alimentan de rosas, desprecian las sinfonías de Haydn, afilan uñas en labios menores y orinan zapatos ortopédicos.

 

He conocido gatos que odian la carne de pescado pero duermen al sol, durante horas, dentro de una pecera.

 

Son infieles por naturaleza. Su principal ocupación, en noches despejadas, es arañar el rostro de la luna.

 

Si un gato vomita cuando te internas en su territorio, indica que tu signo del zodiaco no es afín al suyo, o bien, que no ha probado leche de mujer ni tinta china.

 

Los gatos se divierten reventando globos.

Las gatas prefieren los condones.

 

Si castras a un gato, se convierte en cantante de ópera.

Si azotas a una gata, se transforma en tu sombra.

 

Los gatos negros son de mala suerte. Los blancos, amarillos, grises o pardos, también.

 

Resisten atropellamientos, tijeretazos, puntapiés, venenos para ratas, caídas de rascacielos. Lo infalible es meterlos en un costal, colgarlos de un árbol y apedrearlos.

 

 

RECLAMO NOCTURNO DEL GATO MACHO

 

 

A José Luis Cuevas

y, de paso, al ejército de los salieris

 

La tormenta sacude los tanques de gas.

Los golpea, los moja, les presta algo

parecido a la vida.

No hay hembras, ni jóvenes ni viejas,

cuando empieza a llover de esta manera

sobre la capital.

¿Podrá excitarme guardar el equilibrio

en las cornisas de los edificios?

No hay restos de zapatillas ni de abrigos

ni de mapas trazados por la orina.

(He perdido el olfato e ignoro la utilidad

de la memoria.)

Con los ojos cerrados de par en par

busco sus huellas, las cajas de cartón

donde establecen galerías.

Pero no hay nada. Ni siquiera un mundo

de muñecos despiertos

ni un inframundo de fantasmas dormidos.

Ni una garganta libre ni una espina dorsal

donde se traben las mandíbulas.

Con los cilindros no se cuenta para afilar las uñas

y en las jaulas no flotan

blusas transparentes ni abundan los postizos

de terciopelo negro.

Enfrente, en los frigoríficos de la clínica,

veo cuerpos abiertos en canal.

Brillan las vísceras por lo que baja

de las lámparas y se opacan por lo que sale

de las máscaras de buitre

usadas por los médicos.

Por muy fuertes que sean, las dominantes saben

de guerras intestinas perdidas de antemano,

de quistes, de vaciados, del crecimiento

casi vegetal del endometrio.

Y es que las gatas sangran con frecuencia.

¿Es un castigo o algo así como un cambio de piel

o de plumaje?

Ni el aire frío ni el tufo de anestesia

ahuyentan los deseos.

Vivas o muertas, me gustaría montar

a veinte gatas.

Al apagar la luz, extraño el ruido

de su lengua-mosca.

Quiero ver sus encías en el cielo,

atravesadas por las agujas del otoño.

Quiero que salgan de los montones de basura

a transitar mi nombre, a pronunciarlo

como si estuvieran a la mitad

de un parto placentero.

Quiero que las echen de las funerarias

y de los salones de baile.

De la rapidez de las ambulancias

y de la lentitud de las alcobas,

donde cohabitan con perros disfrazados

de gatos enfermizos.

Salgan, leonas lisiadas de pelaje nítido

y ojos insoportables.

Vengan a verme solo, jugando con mi amnesia

o con un puñado desechable

enrojecido tal vez por unos labios.

Vengan. Necesito una pluma o una espalda

o el papel arrugado de su vientre.

Me faltan sus tintas en racimo,

su gordura vidriada, su sexo encanecido.

Vengan. La azotea es un templo vacío

a medianoche.

No hay espejos ni vendas ni gas en los cilindros.

El tiempo es un sonido giratorio

donde la única eternidad

                        es la hembra ausente.

 

 

Francisco Hernández (San Andrés Tuxtla, México, 1946). Su obra ha recibido importantes reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes, el Premio Carlos Pellicer y el Premio Xavier Villaurrutia. Autor, entre otros, de los siguientes libros: Gritar es cosa de mudos, 1974; Mar de fondo, 1982; Moneda de tres caras, 1994; Antojo de trampa, 1999; Soledad al cubo, 2001; Diario sin fechas de Charles B. Waite, 2006; Mi vida con la perra, 2007; Población de la máscara, 2010; Una forma escondida tras la puerta, 2012. En 2016, Fondo de Cultura Económica editó su poesía reunida en dos tomos bajo el título En grado de tentativa.



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