20 Abr 2024

22. POESÍA PANAMEÑA. GIOVANNA BENEDETTI

-19 Jul 2020

 

Giovanna Benedetti, poeta panameña, nos comparte textos de sus libros Música para las fieras y Entrada abierta a la mansión cerrada.

 

CRÍMENES VÍRGENES

 

¿Por qué te presentas sin ruido?

OCTAVIO PAZ

 

En esas horas siguientes a la danza

(cuando la marea está aún alta)

y la cáscara que envuelve los perfiles manuscritos

va tomando posesión de un macilento zumo pardo

-un ser sin ruido me persigue

por todas las estancias—

agregando en cada ronda adjetivos al silencio.

 

Y va corriendo de puntillas para no ubicar su rastro,

como un gran inquisidor

que pasa en ruta hacia otras plazas

asperjando maldiciones, basiliscos y tormentas.

 

Me he puesto al oído del habla

cuando su sombra me espera

(en esa zona confusa entre lo dicho y lo hecho)

donde la luz polarizada atrae la magia sin sorpresa

y la duda —y su potencia— callan entretenidas.

 

Aún no he dado

con la fórmula de esos alfiles del tártago

que se desplazan oblicuos por los tableros del viento.

Solo una ambigua, vanidosa y sofocante luna esquiva

que cumple con su tarea de embalsamar el cuerpo.

 

La noche que me nutre del pan de cada día

trae consigo su propia superficie reflectora.

Pero es al sol a quien toca amanecer primero,

y cuando su luz se va adueñando

de todas las luciérnagas,

me secuestra los sentidos

divulgados al misterio.

 

¡Tantos ecos confusos, tantas cifras errantes,

que de largo sólo quedan asteriscos en sus letras!

Y me avergüenzo de esas liturgias

(en las que ni siquiera creo)

—el icono de la paloma

que se levanta sin alas,

o el espejo que encañona a una lágrima de cera,

o la cuchillada inseparable de esa caricia asesina,

que avanza (reculando) como fotografía sin foco—

sabiendo desde siempre que no hay rendición de oficio;

que una imagen hiela o quema, pero no garantiza el alivio;

que nadie sueña al despertar, dónde se acuestan los dioses

que se requiere de algo más que de deseo, para desear,

con la esperanza fundida

en una larga abreviatura.

 

Yo no sé,

si merecidamente, la noche me detesta

(por haber cedido a los sobornos imposibles de sus muros).

O si es la luna, en su rutina, quien se sigue equivocando

y me acosa como a un náufrago,

que va contracorriente.

 

 

MÚSICA PARA LAS FIERAS

 

 

Dichoso es el destino de la vestal sin culpas

Olvidada por el mundo del que ella se olvidó

Eterno resplandor de una mente sin recuerdos

Cada ruego ya cumplido, cada deseo ya perdido.

ALEXANDER POPE

 

I

 

De estas épocas apenas reveladas

se dirá que no había acuerdo entre nosotros, los insomnes.

Que cada quien vivía el pronóstico del día sobre la víspera;

que pasábamos de la noche al cuerpo, sin ser vistos;

que nos ganaba la costumbre de esperar la lejanía

y que flotábamos como objetos no asidos a la tierra

con el eterno resplandor de una mente sin recuerdos.

 

Se creerá que simulábamos fantásticas criaturas

navegando por imágenes de estuarios y ballenas.

Que propiciábamos demonios

que nos hacían perder el sueño

dando ascenso a las tertulias vagabundas de la aurora.

Y que no obstante despertábamos, de pie e hipnotizados

sin que nadie nos diera palmaditas en la frente;

recortando calendarios, papeles y fotografías

para poder saciar la sed que daba de beber

a nuestras lágrimas.

 

 

II

 

Pensarán que inventábamos países de juguetería

calcando en relieve mapas de territorios prohibidos.

Que redondeábamos los riscos de coral, los farallones

con crípticas arboladuras, por imposibles dominios.

Y se nos hará lucir las galas de los amantes vencidos

acusados de una suerte de incoherencia delictiva:

de hacernos guiños falsos en la paradoja del olvido

atrapando las caricias subitáneas del desvelo

que se caen de su estatura

y no se quiebran.

Y se hablará

de encantamientos: que hubo pacto, maleficio.

Que traíamos ya indispuestas las líneas de las manos

y una cartilla de deudas en expansión perpetua.

Que nos habíamos hecho prófugos

de nuestras pobres narrativas

fermentando como espuma la fatiga de los vientos.

Y que atrapados como estábamos

entre el río y su turbulencia

discurríamos hacia arriba, alrededor, sin punto fijo:

(como esas necias crónicas viajeras del paisaje

que se acercan por detrás huyendo de los riesgos).

 

 

III

 

Alguien dirá —seguramente—

que sólo una fatalidad redime a otra.

Que la función del olvido es diferir la sombra.

Provocar el sacrificio de la flor irremediable

sin cortar por propia mano los tendones de la tierra;

devolviendo a sus rutinas los sabores de la espera

en esa breve intensidad que paraliza el miedo:

como un perrito avergonzado

que rinde honores a destiempo

y que suspira de perfil

para no incordiar los ecos.

Hechos custodios

del verbo y cómplices de sus esquemas

se creerá que profanábamos los números del término.

Que le colgábamos adjetivos persistentes al silencio

en ansia de durar más de un momento.

Y que si a ratos

despegaban los columpios de la carne

(y nos daba por robar la claridad a los sabuesos)

le oponíamos las fragancias obsesivas del misterio

con la angustia bien ceñida a las costuras de la calle

para impedir que la humedad

se abriese paso sobre el verso.

(…)

 

V

 

La memoria es una lenta caravana de consignas.

Una mano extendida que separa las aguas.

Una trampilla de paso. Una ficción del cántaro.

Una caja de reliquias que sobrevive al cálculo.

Una opinión que afina la velocidad de la mirada.

Una noria que da vueltas undívaga y portátil.

Un barco que se desliza por un mar de abecedarios

sobre esa incertidumbre

fraticida del olvido

donde ya no coinciden ni los días ni las palabras;

y los sucesos se depuran de la sal en sus cornisas

y los héroes se desploman y caen sobre sus astas

tumbados a banderillazos o envejecidos de súbito.

 

De largo sopla el viento que convida a los halcones

brincando entre la espiga y la bulla sofocante;

sin planos, ni portulanos, ni folios, ni recetarios

desahogando los naufragios rescatados de las olas

que confunden la ilusión de cal y canto de las piedras

con la tibieza protectora de una lumbre bien servida

porque la piel de los verdugos no se quema.

 Sencilla metalurgia del infierno:

martillar a yunque plano la fatiga de la carne

y herrar la fragua dócil que ya no tiene aliento.

 

  

UMBRAL DE LOS PERPLEJOS

 

No habrá nunca una puerta. Estás adentro.

BORGES

 

Estás en el umbral de la mansión

—y en todas partes—

así a tu alrededor, como en tu fuero interno.

No hay entradas ni salidas, ni siquiera senderos;

sólo un plano de trazos que simula lo undívago:

una escalera perpetua una fugaz clepsidra

una cámara doblada

y un molino del tiempo

una piedra angular en su clave de bóveda

y una rosa infinita, como es siempre la rosa.

 

La mansión te supone su hospedante y su huésped.

Te incorpora el pretexto y te consigna su entorno.

Puedes andar sus andaduras, transitar sus espejos

encartar cualquier estancia o quebrar sus geometrías.

En todo caso (a punto fijo) pulsarás sus resortes:

porque así como es arriba, así es abajo

y así como es afuera, así es adentro.

 

 

PASADIZO INALCANZABLE

 

  Estrecho

corredor que me persigues

hombro con hombro, huyendo siempre.

Hábito de soledad, prisión perfecta

entre un muro de cristal

y otro de hierro.

Acecho

a pie ligero y sin embargo lento

recurrente, precisa, intransigente y plano:

fijo como la gota que cae

(que no se agota…)

y, que de tanto caer

abre una fosa.

 

 

PABELLÓN DE LA ROSA

 

A rose is a rose is a rose is a rose…

GERTRUDE STEIN

 

Detrás de todo resplandor está la rosa.

En una sombra fugaz, también lo está.

Moviéndose silenciosa, en la nostalgia, está la rosa,

y está en el fondo del mar y en las promesas.

Hay una rosa invisible dando la vuelta al viento

y una rosa atrevida por cada robo de un beso.

Hay una rosa desnuda, en la noche, bailando,

y una nube de rosas cuando cae el aguacero.

Rosas hay en que son santuarios de sombras peregrinas.

Rosas hay que abren sus párpados en lo infinito de un sueño.

Rosas ha de haber eternas bajo un balcón que espera

y no han de faltar rosas a aquellos que nos dejan.

Una rosa es ya cristal si la traen los recuerdos

pero es rosa primordial si se la pinta al lienzo.

Y es que el arte en su mensura

es una fuerza de rosas y no hay rosa imposible

cuando se escribe un poema.

Hay rosas impasibles, tutelares, lisonjeras

(O rosas abismales, como esa de la guerra).

Hay rosas que son números y rosas que son letras

porque la rosa es la rosa es la rosa… es la rosa.

 

 

PENSAR DESDE LA NADA

 

Le cedo

la mirada a la palabra

—en el doble sentido de la voz y el término—

y me doy al ejercicio de pensar desde la nada

mientras la madrugada toma la forma

de una larga playa oscura

que desafía las advertencias

de la claridad que avanza.

Le cedo

la palabra a la mirada

—allí donde la uña aún no sale del zarpazo—

la luz no florecida sigue esperando el gesto

en lo que va del titubeo

al salto inevitable.

 

 

HÁBITOS DE PIEL

 

Si alguna vez acabo de caer en mí

—y si esta luna que me agota todavía me sostiene—

dejaré de cabalgar como acróbata a destiempo

derivando hacia otro mar con mis pliegos y cazuelas.

Y si esa voz que no se aquieta

aunque yo me quede inmóvil,

persiste en ofrecerme en trasgresión, sin argumentos,

limpiaré mis anaqueles de anfisbenas y oropéndolas

y declararé mi fe en la ciencia infalible y viceversa.

   Y allá, del otro lado

  (si el aliento aún me dura)

continuaré con la leyenda de mi terca epifanía:

errática, trasunta, solitaria, tortuosa...

maquillada astutamente por la cólera del viento

porque hay hábitos de piel que nunca mueren.

 

 

Giovanna Benedetti nació en la Ciudad de Panamá, República de Panamá. Poeta, narradora y ensayista Es doctora en derecho, con especializaciones en Derecho de Autor y Derecho de la Cultura y miembro correspondiente de la Academia Panameña de la Lengua. Ha obtenido, en seis ocasiones, el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró (máximo galardón literario de Panamá), por su obra narrativa, poética y ensayística. Es, además, Premio Internacional de Periodismo José Marti, 1992 (La Habana, Cuba). Ha publicado, entre otras obras: La lluvia sobre el fuego (cuentos, 1982); El sótano dos de la cultura (ensayos, 1985); Entonces, ahora y luego (poemario, 1992); Entrada abierta a la mansión cerrada (poemario, 2006); Música para las fieras (poemario, 2016); Vértigo de malabares (cuentos, 2017); Después de los objetos (poesía reunida, 2018-19). Reside desde hace más de una década en San Lorenzo de El Escorial, Madrid, España.

 



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