05 Oct 2024

20. PRESEA ARMANDO DUVALIER 2020

-09 Oct 2020
Prensa

Integrantes de la Asociación de Escritores y Poetas Chiapanecos celebraron ayer el XXXV Aniversario de su fundación. En este marco, se entregó la Presea “Armando Duvalier” 2020 a José Falconi, destacado poeta mexicano. Nueva York Poetry Review celebra este importante triunfo para las letras chiapanecas con la publicación de algunos poemas del autor.

 

CANCIÓN

 

Este poema es un cuchillo de bruma,

es una broma que brama y siembra confusión

como una flecha que atravesara una parvada.

Este poema es un cielorraso de armadillos

que cardan besos en las rodillas de la tarde;

está hecho de nada y genuflexiones de orquídeas

en las exequias de una zarigüeña.

Es un águila. Se derrite en vuelo.

Águila que en su levitación

le pone más velocidad al sueño.

Este poema es un recién cadáver

que resucita entre el mito y el deseo,

es el presagio de que nada existe

y nada hay más allá del hoyo en mi zapato.

Este poema es la danza desgarbada de la muerte

en su cuchitril atávico.

O bien, es tan solo un pensamiento

que rumia ruinas y ripios en el enigma del poniente.

Este poema es una cabellera enloquecida,

la noche adicta en la llanura inmóvil

venida de muy lejos, desprovista de mensajes.

Este poema creció con largueza entre mis huesos

como una herida de fuego bendiciendo mis sonajas,

como una imagen bíblica de languidez extrema

en la ventana aullante en que cavan mi sepulcro.

Este poema es el viento:

Me trae el sabor de tus labios y sus enjoyados besos.

Este poema

es el camello equivocado y el ojo de la aguja;

este poema no es muerte ni vida

ni humo ensangrentado

ni mi nagual de fuego;

es —ya lo dije— un cuchillo de bruma,

una broma que brama,

un puñal que despierta en el rojo follaje de tus ojos

para obsequiarme la otra vida.

El sueño.

 

 

AL-BAIDA

(fragmento 7)

 

Eso rojo conmigo

sólo sirve para dejar de existir

bajo la música que esparce el viento

como si mi cabeza fuera tu cabeza

y mi boca, desdentada metáfora de la soledad.

Me voy sin irme:

soy el fantasma chorreando escarlatas

con un marino febrero enloquecido

que oye un canto crepuscular

en su cajón de muerto y siempre a las 10.

 

Cuando regrese de no haberme ido

me amarás en medio de un acto de ilusionismo,

me amarás a escondidas en el sueño

—bajo una lluvia no lluvia—

como tu alimento más necesario,

una melodía que se desangra,

la saliva que moja tu clítoris,

el descanso piadoso después del aullido

            subcutáneo.

 

Te esperaré en la estación Balderas del metro

a las 10, a las 11:

60 minutos jugando a eso rojo conmigo,

a eso rojo que me hace diverso,

húmedo, salino;

un cadáver que se niega a morir

y crece en tu sueño alargándose siempre,

lengua filuda explorando tu vulva

bajo la lluvia de eso rojo,

bajo tu paraguas,

sobre tu bicicleta,

jugando a los fantasmas perdidos en sus quiénes innumerables:

imágenes del mundo con sus árboles hechos pedazos.

 

¡Oh esto rojo que nunca se termina,

que se prolonga en gestos intercambiados en secreto,

mano en mano por los cuartos que crecen con nuestra desesperación!

 

Tú y yo, Al-baida, estaremos siempre

comiendo de eso rojo,

empapados de eso rojo…

 

¡Oh eso rojo conmigo

fundando jardines clandestinos

en el tiempo de harturas y gemidos!

 

¡Oh eso rojo conmigo

fulminado en sombras furiosas,

enrabiado como un río que inunda las casas más apartadas y pobres!

 

Pasará el desconcierto:

el sol alumbrará las desfiguraciones

y sólo quedarán las mantas empapadas de eso rojo…

 

Sin embargo, Al-baida,

los ídolos se reunirán en la calle

a contemplar la semilla del día.

 

(La semilla germina

en formas definidas geométricamente).

 

Sin embargo, Al-baida,

con alacranes en los oídos

—así suena el mundo en las orejas de los adictos—

despertaré de mi siesta de lobos

—como aquel que se fuga de un espejo de cobre—

para ofrendarte orquídeas verdinegras.

 

 

CANCIÓN

 

Más allá de todo saber

te entran deseos de anunciarlo

como si el crimen múltiple

ca

ye

ra

a esta tierra de sombras.

Tenemos que agruparnos.

Ir del pensamiento al acto

para estar a la par

del acontecimiento aterrador.

Perder el uso de la palabra

que te dispones a pronunciar,

palabra que apaga toda teoría,

toda ilusión por perfecta que sea;

relámpago en la noche avanzada.

Juzga y condena

esta costumbre sádica de ver pasar la vida

por los huesos, las carótidas, los nervios, la faringe,

la piel arrugada como papel-arroz.

¡Vaya con las palabras!,

de pronto aisladas

en las puntas de los dedos,

en la profundidad del sueño,

Palabras que sublevan el corazón del asco

y vienen de las tinieblas para jugar el papel de esclavas.

 

 

HUAPANGO PARA JAIME SABINES

 

Antes de mi total desaparición quiero dar un pormenor de este repentino deseo que habrá de aniquilarme. Yuria apareció hoy entre mis sábanas.

Esta mañana arribé a la vigilia sobresaltado a causa de un mal sueño de enanos archihambrientos que con filosos y delgados dientes devoraban los muebles de mi cuarto. Y mis libros. Y mi ropa.

Si los enanos se comían por ejemplo un buró (¡y se lo comían en un dos por tres!), el espacio era ocupado por una densa niebla musical.

Niebla musical escribo con apego a la verdad de mi pesadilla, pues de la niebla que fue sustituyendo a mis pertenencias manaba música de violines huapangueros. Al fin la niebla ganó la totalidad del cuarto y ya los duendes de dieta universal comenzaban a clavar sus agujas-dientes en mi piel, cuando desperté a la mitad de un grito.

Al concluir el grito me hallé náufrago en un mar de niebla. Quedé tendido en la cama, serenando mi respiración, a la espera de que la niebla, vestigios de mi pesadilla, polvo de aquellos lodos, se desvaneciera.

Pero la niebla no se disipó. En su transporte del sueño a la vigilia extravió su calidad musical y aquí está: real, tibia y ¡perfumada! El huapango de niebla se convirtió en aroma de uvas y oscuras maderas. Pronto me acostumbré a los velos de la bruma y pude ver a Yuria. Yace desnuda entre las sábanas que asemejan las estatuarias olas de un mar congelado.

Ella no habla y sin embargo sé que se llama Yuria, que está hecha de vapor, velocidad y sueño. Sé también que al entregarme a su abrazo (después de sacarme los ojos como ella en silencio lo demanda) sonarán de nuevo los violines y de nuestros cuerpos nacerán árboles de agua.

 

 

José Falconi nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas en 1953. Es autor de un amplio abanico de libros en los que ha explorado diversos géneros. Entre sus poemarios más famosos se encuentran Cercadas palabras (1978), Escribo un árbol (1991), Corazón del sueño (poesía, 1998 y 2007), Golpe de agua, antología personal (1978-2013) publicado en 2014 y Canciones (2016). Participó con un ensayo y como antologador en Raúl Macín. El juego del tú y yo: antología (2011). En novela incursionó con Fragmentaciones (2009 y 2015). Además tiene un libro de historia regional intitulado De Ozumbilla, el Pan de Muerto (2013) y uno más de cuentos: Escala roja (2008 y 2016). Obtuvo, entre otros, el Premio Ciudad de México en Poesía (1986), el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía “Carlos Pellicer” (1978), con Cercadas Palabras  y el Premio “Alejandro Ariceaga” para Primera Novela (2009), con Fragmentaciones. También ha sido becario del Fondo para la Cultura y las Artes del Estado de México, en la categoría Creadores con Trayectoria, durante los años 2010 y 2011. Actualmente es coordinador de talleres literarios y promotor cultural. El 8 de octubre de 2020, la Asociación de Escritores y Poetas Chiapanecos le otorgó, por su trayectoria literaria, la Presea Armando Duvalier. Próximamente su novela Neblina morada, será editada por el Fondo Editorial Estado de México.

 


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