19 Abr 2024

100. POESÍA MEXICANA. ELISA DÍAZ CASTELO

-31 Oct 2020

 

XI

 

 Ayer por fin dejé de suicidarme.

HEINER MÜLLER

 

Quise morir. Es cierto. Estaba exhausta 

de tanto despertar a contracuerpo y en mi piel

siempre la mitad de la noche. 

No había lugar en mi vida 

para nada que no fuera la muerte. 

Todo era demasiado y me dolía  

el más mínimo acorde, el color rojo. 

Quise morir, aunque mi cuerpo 

no quisiera, quise, a pesar de la sangre 

que insiste en recorrerme, a pesar 

del crecimiento de mis uñas 

y considerando, incluso, que el cuerpo 

respira por sí solo cada noche.

 

Mi nombre hacía agua, sabía a tierra. 

 

Y hay en la vida ese qué será de mampostería 

y mamparas, de escenario vacío 

que culmina en su ausencia.  

 

Me dolía la saliva de mis niños, 

sus noches de cuatro horas,

su procenio. Su llanto que rompe anaranjado 

como soles que sangran y coagulan. 

 

Son las veinticuatro horas abiertas, 

sus corredores encendidos, 

es la moneda inestable del afecto, 

el reciclaje de la ternura. 

Es saber que estamos regresando 

hacia ningún lugar y no volvemos 

a encontrarnos con los que ya se han ido. 

Es saber que todo el tiempo que me queda 

no vale lo que un instante gris en la ventana

turbia de hace años. Es la vigilia descaminada

de los que mueren de sueño 

y no pueden dormir. 

 

Preferí la muerte, ese común denominador. 

Quise esta muerte descastada, esta averiada muerte.

Quise morir. He dicho. Quise. 

Eso es suficiente a veces: querer algo. 

Quise morir y dejé el nombre de mis niños

en la sala de estar, caminé de espaldas

y cerré la puerta. Quise vaciar mi deuda con la vida,

desvestirme de la sangre, ese vestido rojo

que me abriga por dentro. Quise romper el límite

entre el cuerpo y su sombra. 

 

Quise morir. No pude. Qué fracaso. 

 

Y me estorba la voz con la que he vuelto.

Mi voz, este lugar absuelto.

Voz encanecida con su registro de naves incendiadas,

voz digital, trasplantada voz de raíz roja. 

Me cansa mi voz 

siniestra de palomas

que aletean su ruido en las iglesias, 

voz que es algo porque no enmarca nada 

más que un vacío de cúpulas y atrios. 

A falta de Él hablo hasta por los codos. 

Porque fui al otro lado y Dios estaba muerto. 

Todos los dioses: muertos o cansados, 

descalabrados dioses de estatuillas. 

Sólo tengo mi voz que me acompaña, 

su ablación malherida y oraciones

desprovistas de nadie. 

 

 

VIDA: EL ESTADO INTERMEDIO ENTRE EL NACIMIENTO Y LA MUERTE: vida: sala de espera: entreacto: tregua: la soledad obstinada de los objetos: no: la vida es lucha: la vida no vale nada: ni cuchillos ni alcachofas: vida eterna: deja que los muertos entierren a sus muertos: esto es vida: dícese de un poniente en Querétaro que parece reflejar el color de una rosa en Bengala:   Borges: dícese de una legión de polillas que carcomen el techo de madera: esto: la multiplicidad de las estructuras: el  tiempo  que  se  inscribe  en  la materia:

 

 

ORFELIA LIMPIA EL CLÓSET 

 

Aún tengo en el clóset el vestido

de novia sin usar y no sé dónde

comprar la naftalina. Esto es algo

que me preocupa últimamente.

Para empezar, me inquieta

no conocer el olor de alquitrán blanco.

No tengo ese recuerdo, ninguna abuela

se desvivía en recorrer con manos maceradas

sus primeros motivos, esos días

en los que sí vivía de a deveras, años

traducidos a tela, encaje, dobladillos.

Y ahora más que nunca me duele

todo lo que no tuve y al no tener

no será recordado. No conozco

el olor de la naftalina. Es más,

no sé dónde comprarla. Es urgente.

Imagino polillas negras, sus alas con ojos,

recorriendo mi vestido blanco:

filamentos y antenas: muselina y encaje.

 

No quiero alimentar insectos,

mariposas de hábitos nocturnos.

Mejor que permanezca

con sus horas en blanco, sus páginas

que al no decir nada son capaces

de contenerlo todo: lo que ya no, el siempre

cortado al sesgo, rematado, el donde

no estuvimos, quienes ya no seremos.

Porque nosotros no, quiero

que el vestido permanezca, pretina,

lentejuelas y abalorios, sostenidas

todas sus costuras

por el hilo blanco de la trama

de una vida que ya no fue la nuestra.

En cualquier momento

podría ponérmelo y volver

a la persona que fui

como a la página favorita de un libro

que amamos y de tanto leerla se abre

exactamente en el mismo sitio.

Poder decirle al tiempo: esto.

Este instante que no pasó. Que siga

pasando para siempre. 

 

O tal vez sería mejor las polillas,

en la noche perenne y polvosa de los armarios,

se alimenten de él a demanda

como de leche materna

dulcemente añejada en encaje y muselina.

Para que crisálida y oruga

crezcan y de la tela, antenas,

se conviertan en lo que deben ser

y vuelen, ala con ala, se levanten.

Serán la vida no vivida

que tomó vuelo y desenvoltura.

Serán ellas descendencia. Llevarán

mi vestido de novia

por los aires, volando

más ligero que nunca,

traducido a nutrientes,

sustento, sustancia de otra vida

a la que no le pondremos nuestro nombre.

Serán lo que no fuimos.

Porque no es absurdo ni terrible

querer que los insectos

sean lo único

que sobreviva de nosotros.

 

Poemas de El reino de lo no lineal

 

 

Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986) Ganadora del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2020 por El reino de lo no lineal, del Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2017 por Principia y del Premio Bellas Artes de Traducción Literaria 2019 por Cielo nocturno con heridas de fuego, de Ocean Vuong. Con el apoyo de las becas Fulbright-COMEXUS y Goldwater, cursó una maestría en Creative Writing (Poetry) en la Universidad de Nueva York (2013-2015). Ganó primer lugar en el premio Poetry International del 2016, el segundo lugar del premio Literal Latté 2015 y quedó entre los semifinalistas del premio Tupelo Quarterly 2016. Poemas suyos aparecen en Letras Libres, Hispamérica, La Revista de la Universidad, Tierra Adentro, Este País, y Periódico de Poesía, entre otras, han sido incluidos en la  antología de poetas jóvenes españoles y mexicanos Fuego de dos fraguas, en la antología Voces Nuevas 2017 de la Editorial Torremozas y en la antología Liberoamérica (España). Ha sido becaria del programa Jóvenes Creadores del FONCA en dos ocasiones y de la Fundación Para las Letras Mexicanas (2016-18).

 



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