24 Abr 2024

22. JAVIER ALVARADO. IGNACIO ARU

-27 Ene 2021

 

Ignacio Aru: Lupercalia,

Una luna para todos

 

La literatura ya sea en sus poemas épicos o la historia en sus tomos nos hablan de los dominios y apoderamiento de las ciudades y de territorios.  Alrededor de ello, surgen otros mestizajes, otras conquistas, héroes y derrotados: también se suman las victorias y tras las batallas hay una almena o una torre o una fortaleza o jardín ganados.    Los poetas siempre andan indagando, creando, viviendo, acechando y logrando sus artilugios con la palabra.   Unos nacen con ellas o algunos en alguna etapa de sus vidas, tienen ese impacto que los hace verter a las páginas su universo interior.   Viene a mi ese recuerdo que narran en Nicaragua, cuando el poeta Carlos Martínez Rivas, ganó unos Juegos Florales en su país y recibió de entre el público un papel que llegó a sus manos con un mensaje escueto: “Ha nacido un poeta” y tras esos vocablos y la significancia del asunto, estaba un Joaquín Pasos, sonriente, que levantó su mano y le saludó.  Poetas jóvenes surgen y se vuelcan al escenario de las poéticas actuales. Algunos se dedican a escudriñar en sus tradiciones literarias, indagan en otras corrientes o sencillamente también se encuentran casos con algunos que pretenden escribir y no poseen muchas lecturas; siguen o no en el camino, trabajan con ahínco y otros migran a otras situaciones y contextos, y quedan obras de valía, otras quizás no, otras incomprendidas y otras donde después el tiempo se encarga de hacer justicia. La literatura es una apuesta con diversos caminos y destinos.

 

No conozco personalmente a Ignacio Aru (Costa Rica, 1999); pero las redes sociales permiten intercambios vivenciales, lecturas y festivales virtuales y demás situaciones. En el 2020, año complejo para nuestra humanidad, salió en México su primer libro.  Me habló de algunas lecturas, procesos de escritura y finalmente, la noticia de la aparición de esta obra fuera de su país.  Lo ha embargado de una emoción indescriptible: la cual hemos sentido todos en algún momento, no solo con el primero, sino con libros sucesivos.   Cosecha, partos, hijos, los epítetos suelen repetirse; pero lo que, si es cierto, es que este libro, Lupercalia, de un jovencísimo autor centroamericano ha llegado hasta nosotros.   Lo he recibido en su versión digital y he procedido a una lectura minuciosa. 

 

Los pueblos antiguos han heredado para la posteridad una luminosa amalgama de mitos aunados a las fundaciones de sus emporios, de sus rituales, de su religión y costumbres y explicación del mundo.   Muchos creadores en diversos campos del arte, han sido influidos por estas concepciones y hoy día encontramos estas huellas en este libro.   Confieso, que no tenía idea, sobre los ritos lupercales y he podido indagar en ellos, sobre ese ritual de mojar con leche, vellosidades de cabras y que los donceles procedan a tocar con ellos frenéticamente a las mujeres en medio de un ritual de fertilidad:

 

 

Traemos tiras para azotar los vientres y las espaldas

Y nacen niños que nos muestran sus dientes

 

 

 En su texto Acrobacia Celestial, se reconoce materia cósmica:

 

Cabalgo la pradera cósmica

Sobre los meteoritos de crines de fuego

Soy el faro primitivo de los muros que colapsan

 

En poetas que empiezan a temprana edad a escribir versos, es recurrente, esa presencia del caos; como todo lo que inicia su eclosión y germinación.  Las teorías de la creación y los textos bíblicos hablan de un caos y luego de un orden.   Ese faro primitivo al que alude el poeta es la búsqueda de esa centella o de esa lámpara precisamente para iluminar ese estado dubitativo ante la página en blanco.   Existen dudas, interrogaciones, los estados retóricos pero el polvo es el génesis:

 

Pero el polvo puede ser la mejor nave para surgir a la vida

Y soy remolcado por un asteroide sin caparazón

A las nebulosas de Aruba.

 

También hay consciencia de su contexto, de su geografía poética:

 

Mi cuerpo es un estuario,

Ahora solo quedan algunos restos que se distinguen

Cuando las aves migran buscando el calor de Centroamérica.

 

Lupercalia es un libro con una variedad de situaciones y contextos.   Hay un hermoso poema dedicado a una joven y a un muro de Córdoba:

 

Estás sentada sobre todas las conquistas de los Almorávides

después de posar con esa blusa de rayas negras,

allí entre las columnas en las que murió algún arquero

para defenderte cuando dabas la espalda

al camino por donde entró Abderramán con su ejército.

 

La historia con sus deslaves, sus crímenes, sus imágenes sangrientas se hacen presentes:

 

El cuchillo de Corday tiene más filo

Sobre el pecho de Marat.

 

En este mundo poético, con imágenes surrealistas en mucho de los textos, también hay locaciones anímicas y futuristas:

 

InSight llevará matrículas humanas,

un Arca de esencias navegando en nubes oscuras

guardará en un microchip del tamaño de un grano de arroz

nuestros nombres…

InSight nos llevará a Marte.

 

En el poema México casi de vuelta, hay un enfrentamiento entre realidades ( aeropuerto), relaciones intrafamiliares, lo sórdido, sexo, muerte, desafíos, miedo y esa pertenencia de lo errante, de los lugares donde se vuelve o no se piensa volver donde se fue feliz, evocando la poesía del gran escritor cubano Delfín Prats.  

 

En Ana`s poem también se perfila un tema recurrente en todo el libro, la figura de la madre:

 

Madre, tiro de un carruaje sobre las flores

que vi soplar en la figura de tu rostro.

Dejaste a la muerte sentarse en mi cama.

nunca me leíste nada y antes de nacer

regalaste tus pechos.

 

Las imágenes son en sí, hermosas y sobrecogedoras.

 

Nuevamente el tren, los caminos existenciales e intergalácticos en el poema El sol nocturno, dedicado a Juan Carlos Olivas:

 

El ángel cabeza de saxofón

lo toma de nuevo en sus llaves afiladas,

desde el cielo ve los lobos arrastrarse como hombres en los techos,

las raíces de los árboles se iluminan

y la tierra es morada desde el espacio.

El sol nocturno apaga los callejones

para las funciones que se proyectan

en los departamentos robóticos.

 

En este libro iniciático de la obra aruignaciana, siguen mostrando, los creadores como él, las infinitas imágenes posibles dentro de la poesía y en el interior y exterior de nuestra lengua.  Hay un espíritu con un gran deseo de exploración, donde quizás la tierra le sea leve y pequeña y de ahí su ímpetu de remontarse a años luz, a etapas futuristas, a las estrellas, donde ya otros también han evocado esa humanidad entre las galaxias y las nebulosas.

 

Cierra este tomo, un muy logrado poema en prosa titulado Anatolia. 

 

Me salvaré en Anatolia, calmo y sin apuros descenderé las piedras descalzo, el ruido del transporte y de la industria se irán esfumando. En los vidrios empañados se dibujará mi viaje y el mercader no recordará que partí en su caravana como esclavo de la belleza y el asombro. El suelo dibujará unas huellas frente a mí, los perros no ladrarán cuando llegue y se partirá la ladera. Sangrará el Trópico en mi cabeza, los caparazones de las tortugas estallarán y la saliva será roja y serviremos sopa. Habré olvidado la orilla de las Maldivas y las barcas me esperarán en vano tras una roca.

 

Ignacio Aru se revela viajero, aventurero, “esclavo de la belleza y el asombro”.  Sigue asombrándose y asombrándonos.  Los que lo conocen, lo han tratado y valoran, esperamos mucho de él, de su poesía, de sus ofrendas verbales, de sus floraciones solares, de sus diálogos con la mitología, la sed de los alquimistas, astrónomo y astronauta de las imágenes, interrogador del cosmos y de la verdad.   Él seguirá con sus desplazamientos, sus hazañas y sus proezas y conquistando ciudades desde sus versos:

 

Toda la ciudad me aclamará y me lavaré la cara con arena.

 

Gracias, Ignacio Aru, por Lupercalia, por esta luna para todos, con nuestros aullidos colectivos; por tu poesía y por estas huellas presentes y las futuras que dejarás sobre la arena del mapa poético de nuestra Centroamérica.

 

Javier Alvarado, Ocú, 25 de enero de 2021.



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