20 Abr 2024

182. POESÍA MEXICANA. VICTOR GERARDO GRAJEDA

-20 Feb 2021

 

PRIMERA REMINISCENCIA

 

Llegamos al asalto y sólo encontramos recuerdos de tu paso por el viento, Nos dijeron que había caído el Rey y fuimos a tu palacio a testificar, Pero el viento te había llevado a otra parte, La neblina también llegó a despedirte, Hoy los pasillos esperan tus pasos y las recámaras de tu casa son como bóvedas celestiales, Cada estancia tiene polvo de estrellas brillando en la inmensidad de este vacío, De este hueco que dejas al partir, No lo vas a creer, Pero te quise preguntar sobre mi madre, Sobre tu madre y sobre todas las madres que han parido robles y estirpes de reyes, Y mis palabras se quedaron rebotando en mi memoria, No es que te reclame, Pero ya no tengo quién me cargue para ver mi reflejo en el agua de la fuente, Ni quién me dé domingo para ir al cine, Se va el cuerpo y queda la imagen más fuerte, Más sólida esparcida en tus dominios, Una caja de herramientas, Una colección de monedas, Algunos casquillos heredados por tu padre que heredó de tu abuelo, Vestigios de las guerras por detener la tristeza de los pueblos, Infinitas batallas donde muchas veces al Rey se le agotaron sus refugios y su dama caía en espera de la próxima partida,

 

 

SEGUNDA REMINISCENCIA

 

Llegué a despedirme y el frío silencio de la noche me congeló la sonrisa, Así que decidí no ver a nadie y buscar consuelo en mis recuerdos, Pero vi los ojos de tu estirpe sembrados en el pórtico como fuentes inagotables de infinita tristeza, Me sentí caminando en el desierto buscando de dónde asir mi desolada presencia para anclar un poco esto que te come, Que te arruga el alma, Que te quema como trago de aguardiente al amanecer, Pero ni siquiera la neblina vino a consolarme y me refugié en tu ventana, Tu pequeña y última ventana, Sólo tuya, ni siquiera de Dios,

 

 

TERCERA REMINISCENCIA

 

Vino tu compadre a reclamar pieza tocada pieza jugada, Y se encontró con que Dios había tocado la pieza y tuvo que jugarla el miércoles a las tres y media de la tarde, Estoy seguro que se arrepintió, Pero qué Dios atrás de Dios moverá los designios de lo desconocido y no acepta arrepentimientos, Yo quería defender tu feudo, Pero mi mente se pierde en el reino de la Carne Magra,

 

 

CUARTA REMINISCENCIA

 

No se dio café con piquete esa infinita noche que todavía me amarga la boca de tanto cigarro, O será el sabor que deja la impotencia de no poder sacarte a pasear bajo las estrellas, No se dio comida ni se contrataron plañideras, Para no estropear la buena voluntad del reino que venía a soltar un residuo de amistad a tu recuerdo, Yo no dije nada, Qué decir cuando ves el árbol caído y sientes que Dios hace leña de ti, Que tú también eres ese árbol pero tu caída es aún más lenta, Como la noche que empezó a las quince treinta horas y no acaba de terminar,

 

 

QUINTA REMINISCENCIA

 

El sacerdote dijo que no te lleve a pasear porque debes descansar en un lugar, Preparamos todo pero no es fácil, Preparamos la resignación y el silencio, Preparamos el cuchicheo y los rosarios, Las sillas y las luces, Menos a nosotros, Tu estirpe, Mareada de tanto verte en silencio y sin protestar, Yo todavía siento el deseo de llevarte al mar, Todavía siento que debo ir contigo de la mano al jardín, A comer nieve de don Cuco con sabor a danzón, La mejor nieve del pueblo decías afónico, También quisiera decir lo que no escuchaste, Pero la familia no me deja y las crías lloran como si se les hubiese muerto su abuelo,

 

 

SEXTA REMINISCENCIA

 

Me llaman para almorzar y no tengo hambre, Desde que empezó mi vida a las tres y media de la tarde, Hace tres días, Empezó también a faltarme el apetito entre otras cosas, Pero no te fijes, Mejor vamos a planear cómo le hago para aguantar tu recuerdo que me pesa como ocho cajas llenas de treinta y dos batallas cada una, Con todo y sus escaramuzas de peones alfiles y torres defendiendo al Rey, Me pregunto si llevas en tus bolsillos a tu ejército, Tus quince pretorianos, Porque la Reina se queda, Para que tu reino no se desmorone,

 

 

SÉPTIMA REMINISCENCIA

 

Todavía preguntan por ti, Todavía nos detienen en la calle y nos estrujan con fuertes e hipócritas condolencias, No imagino a quién puedan doler tus ausentes gritos como a nosotros, Tus desplantes de varón como a nosotros, Los disparos de odio de tus ojos llenos de ternura, Todavía espera la gente para saludar y mandar recuerdos, Nosotros buscamos cómo fraguar nuestra alma para aguantar el silencio que pretende desplazarte, Mírame aquí detenido por un recuerdo tan miserable como el día en que me llevaste a conocer el mar,

 

 

OCTAVA REMINISCENCIA

 

Y decías que el mar es maravilloso, Que estando en él se conoce a Dios, Y que cura todas las enfermedades, Y me llevaste para que luchara contra esta enfermedad que detiene mis pulmones, Pero no dijiste que el mar es también un emisario de Dios para castigar a los que no pueden entrar al reino de los cielos, No dijiste que juega con la vida de los que alimenta y los lleva a conocer el fondo de su alma, Los invita, Los consiente, Y ellos ya no quieren salir de sus entrañas, Se olvidan de todo, De su familia, De la iglesia, De jugar, Y sucumben ante el angustioso lamento de las olas,

 

 

NOVENA REMINISCENCIA

 

Le guardamos en secreto tu partida a mi tía, A tu hermana, A Luchita, Crees que temen por su cordura cuando nosotros ni siquiera pensamos durante muchas horas, Cuando nuestro día empezó a la luz de la luna y nuestra noche no se acaba, Cuando escuchamos tu voz y platicamos contigo, Y te compramos lo que te gusta en el mercado para almorzar, O queremos ver películas en tu sala para que nos mandes al carajo, Nosotros guardamos en secreto tu mirada, Tus gestos, Tus bromas, Recogemos lágrimas en las esquinas de tu casa, Dispersas, Sólidas como el hielo pero infinitamente tristes, Tu estridente paso por la calle y ese inmenso deseo de tocarte antes y después de abrir los ojos,

 

De Reminiscencias al rey.

 

 

I

 

Llegaron con la noche a establecer el miedo, Furtivos y brillantes se dan a la tarea de empezar a devastar nuestro mundo, A horadarlo con el fuego de sus armas y su piel, Empezamos a caer como la noche,

Lenta,

Lentamente y al azar,

Con dolor, Con miedo, Miedo a no volver a ver el sol,

Miedo a dormir, Miedo a ver nuestra sangre contaminada de blanco nacarado,

Miedo a probar el sabor de su carne,

Llegaron a establecer misiones de un Dios ajeno        cruel y despiadado,

 

 

II

 

Llegaron a trastornarlo todo,

A sembrar frutos desconocidos,

A cosechar bastardos con otra lengua,

A fingir piedad,

Orden,

Religión,

Y caímos en una larga    

                                      roja      y oscura noche,

 

 

III

 

Cambiaron nuestro mundo,

Lo transformaron todo,

Destruyeron casas Dioses y ciudades,

Destruyeron el canto y nuestros libros,

Nuestra sonrisa,

Nuestra historia,

Y en nombre del perdón    se llevaron nuestro oro y dignidad,

 

 

IV

 

Por esa oscura y virginal selva,

Antes conservada por el viento, Antes cuidada por Tlaloc -Tlamacazqui,

Antes habitada por Tezcatlipoca,

Pasan los dioses blancos y barbados,

Los creadores del terror     del miedo al día y a la oscuridad,

 

 

V

 

Empezamos a vagar,

A caminar a la deriva,

Abandonamos las ciudades,

Dejamos sus prostíbulos,

Sus cantinas de medio día,

Buscamos escondernos en el fuego neón de las estrellas,

Buscamos con pasión como salvar la tristeza ancestral que nos domina,

Empezamos a ocultarnos dentro de las mujeres,

Para conservar los recuerdos de la especie,

 

 

VI

 

Vienen para arar la tierra,

Son dioses mortales llegados con el alba,

De allende el mar vienen,

Vienen engendrando a nuestros hijos,

Se montan sobre nuestras mujeres como se montan sobre sus bestias,

Vienen a galopar en la calzada de los muertos,

 Se agazapan tras la sombra del recuerdo,

Vienen a cambiar nuestros sueños de grandeza,

 

 

VII

 

Llegaron con el alba,

Remontando un viento denso y fétido,

Sus caballos se alimentan de lágrimas que brillan en la noche,

Sin temor,

Buscan mujeres para pernoctar en su cuerpo,

Cuerpo acorazado por la angustia,

Cuerpo conquistado como tierra baldía,

Cuerpo devorado como carne magra,

Cuerpo de barro incandescente,

 

 

VIII

 

Vimos el futuro en las estrellas,

Llenos de impotencia luchamos contra todo,

Contra el olvido de nuestros dioses    contra su enojo   contra su abandono,

Contra enfermedades desconocidas,

Contra el amor,

Pero su sangre ya corría por nuestras venas,

Y fuimos condenados a vagar por nuestras tierras

                                                                              con otra lengua,

 

De El año que vino la fe

 

 

Víctor Gerardo Grajeda Vargas, nace en Huauchinango, Puebla, becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Tabasco, en 2004. Ganador del certamen de poesía José Carlos Becerra, en 2005, con el libro, “El Club de la Libélula”. Y de los cuartos juegos nacionales, Literarios Universitarios “Dr. Jesús Amaro Gamboa”, convocado por la Universidad Autónoma de Yucatán, con el libro, Reminiscencias al Rey. En 2011, aparece en la muestra de poesía tabasqueña editada en Chile, por el poeta Omar Lara, Vivo en dorados márgenes. En 2012, publicó en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, el libro de poesía, Carne Magra. En 2018, publica con la editorial Temoayan, el libro Narrativa. En 2018, también, con el Instituto Estatal de Cultura de Tabasco, publica el libro Samantha la niña que escucha la mar. Fue coordinador de literatura, del Instituto Estatal de Cultura del estado de Tabasco, 2007, 2012.

 



Compartir