25 Abr 2024

259. POESÍA MEXICANA. GLORIA GERVITZ

-11 Jul 2021

 

GLORIA GERVITZ: MIGRACIÓN DE POEMAS Y DE CLAVELES ROJOS

 

En la historia de la Literatura Universal se pueden hallar referentes de libros únicos que han contribuido al enriquecimiento cultural de los pueblos y que han dado esplendor a sus autores. En nuestra Centroamérica podemos mencionar el caso de La estación de fiebre de Ana Istarú, cuya temperatura erótica sigue manifestándose en nuevos lectores y estudiosos; Helechos del salvadoreño Rolando Costa que es un enorme canto desde el lenguaje; más al sur, en Venezuela, Jesús Sanoja Hernández con La mágica enfermedad. Académicos y críticos citan a Whitman, a Saint John Perse en cuanto al trabajo de ensanchar su obra como si de un solo libro se tratara. Enumerando estos casos, hay un libro ya enigmático, llamado Migraciones de Gloria Gervitz, que resulta ser un “work in progress”:

La primera vez que escuché su nombre fue en el empleo de un epígrafe por parte de una poeta en un recital y luego en una enumeración de poetas mexicanas y en uno de mis viajes a México, en casa de la poeta y editora Jocelyn Pantoja y del poeta y abogado Manuel de Jesús Jiménez pude leer algunos fragmentos y palpar varias ediciones del citado libro. Posteriormente preguntaba a Elva Macías o a Minerva Margarita Villarreal sobre la autora y me relataban sobre las sucesivas ediciones y los viajes de Gloria, lo cual nos satisfacía mucho.

Luego de varias búsquedas y de contar con la existencia en catálogos de librerías de España con ventas por Internet, llega a mí el ansiado tomo que he leído con gran deleite.

Gloria Gervitz, creó y seguirá creando (ya sus lectores están acostumbrados a ello y creo que así lo esperan) a trabajar este gran poema desde los años y con los años. La edición que poseo realizada por Libros de la Resistencia señala (1976-2020) como punto de partida y de ¿culminación?  No lo sabemos.  La propia autora manifiesta en una entrevista no tener certeza de ello.

Este libro de singular belleza y que combina lo torrencial con momentos pausados, poemas de largo aliento, textos breves, juego de formas, imágenes, colores, llamados sensoriales, referencias místicas y de varias culturas es una “fiesta del sentido” como dijo en un soneto la gran poeta mexicana Concha Urquiza. 

Según Gloria Gervitz: “en el libro han ocurrido migraciones de versos y de poemas todo este tiempo”. La voz lírica sostiene un diálogo vehemente con la madre que irá decreciendo e interrogándose a sí misma de acuerdo a contextos culturales y vivenciales, que van desde la nostalgia, el deseo y placer eróticos, el dolor, las pérdidas, el escudriñar en los intersticios del espíritu y el sosiego ante la aceptación de la muerte y de permanecer en todos los instantes, viva.

La lectura de Migraciones ha sido para mí un encuentro con un poema poderoso, un libro enigmático y de culto para los lectores de poesía. Hay tanto que agradecer a Gloria Gervitz por esta obra maestra de nuestra lengua.

Espero algún día conocerla y quitarme el sombrero frente a ella y extenderle un ramo de claveles rojos, eternamente migratorios y decirle:

sueña que es hermoso el sueño de la vida muchacha

 

Javier Alvarado

 

MIGRACIONES

 

en las migraciones de los claveles rojos donde revientan cantos de aves picudas

y se pudren las manzanas antes del desastre

ahí donde las mujeres se palpan los senos y se tocan el sexo

en el sudor de los polvos de arroz y de la hora del té

flujo de enredaderas a través de lo que siempre es lo mismo

ciudades atravesadas por el pensamiento

miércoles de ceniza

la vieja nana nos mira desde un haz de luz

respiran estanques de sombras

llueven morados casi rojos

el calor abre sus fauces

la luna se hunde en la calle y una voz de negra

de negra triste canta y crece

incienso de gladiolos

y tus dedos como moluscos tibios se pierden adentro de mí

estamos en la fragilidad de la corteza del otoño

en el parque rectangular

en la canícula

cuando los colores claros son los más conmovedores

después de Shajarit

olvidadas plegarias ásperas

nacen vientos levemente aclarados por la oración

bosques de pirules

y mi abuela tocaba siempre la misma sonata

una niña toma una nieve en Chapultepec

la hiedra se enreda en la niebla

se fractura la luz

y la ropa está tendida al sol

impenetrable la sonata de la abuela

tú dijiste que era el verano oh música

y la invasión de las albas

y la invasión de los verdes

abajo gritos de niños que juegan

vendedores de nueces

respiración de rosas amarillas

y mi abuela me dijo a la salida del cine

sueña que es hermoso el sueño de la vida muchacha

bajo el sauce inmerso en el verano sólo la impaciencia se demora

dóciles nubes descienden hacia el silencio

el día se disipa en el aire caliente

estalla el verde dentro del verde

bajo el grifo de la bañera abro las piernas

el chorro del agua cae

el agua me penetra

se abren las palabras del Zohar

quedan las preguntas de siempre

y yo me hundo más y más

en el vértigo de Kol Nidrei

antes de comenzar el gran ayuno

en los vapores azules de las sinagogas

después y antes de Rosh Hashaná

en lo blanco de la lluvia

mi abuela reza el rosario

y al fondo precipitándose

el eco del Shofar abre el año

en la vertiente de las ausencias al noreste

desembocan las palabras la saliva

los insomnios

y más hacia el este

me masturbo pensando en ti

los chillidos de las gaviotas el amanecer

la espuma en el azoro del ala

el color y el tiempo de las buganvilias son para ti

el polen quedó en mis dedos

tu olor de violetas ácidas y afiebradas por el polvo

las palabras que no son más que una oración larga

una forma de locura después de la locura

las jaulas donde se encierran los perfumes

las alegrías interminables

la voluptuosidad de nacer una vez y otra

éxtasis inmóvil

muévete

muévete más

no tengas miedo

y las fotografías despintándose por la fermentación del silencio

los corredores abiertos

la fiebre enrojeciéndose en otros cielos

las terrazas lustradas oscureciéndose con las acacias

y en la cocina los platos recién lavados

fruta y almíbares

en la crecida de los ríos

en la noche de los sauces

en los lavaderos del sueño

en ese vaho de entrañas femeninas

desprendiéndose inconfundible y anchuroso

te dejo mi muerte íntegra intacta

toda mi muerte para ti

¿a quién se habla antes de morir?

¿dónde estás?

¿en qué parte de mí puedo inventarte?

y los milagros apilándose en la iglesia de Santa Clara

y el atrio llenándose de lágrimas

flores de tinta en un hebreo luido

saliéndose de los rollos de la Toráh

resbalándose despacio

van perdiéndose los días

los va prensando la migraña

no me encuentro

ni siquiera tengo cirios para velar mi muerte

ni siquiera sé las palabras del Kadish

no tengo brújula

¿dónde se rompen los latidos?

¿con qué se desprende este último pedazo de sueño?

y la casa amarrada a un árbol amarrada al viento

las hojas y su sombra de ópalo

espiral de ecos

reverberación

somos lo que pensamos

pensamiento atrás del pensamiento

regresan las grullas

abren con sus alas el silencio

instantáneas flores blancas en un cielo vacío

en las ciudades al mediodía

más y más al sur

cuando el calor rodea la respiración de las montañas

siempre hacia el sur

prefiero seguir aferrada a lo que invento

y no entender lo que sí existe

mejor soñar que estoy muerta

y no morirme de los tantos sueños que me inventan

me vuelvo a dormir y ya no sueño

y la luz atropellándose en el filo del día

y el grito de los árboles ensordeciéndose

y la tarde sólo dice lo mismo

no abre esa pausa entre lo real

único espacio habitable

geometría momentánea

insomnio lento y cerrado

el alba desaguándose

un sol de abejas rompiéndose

y llueve mientras mi abuela reza el rosario

y llueve mientras dicen Kadish por mí

y cada día estoy más lejos y no sé qué hacer

no puedo salirme de mí

y sólo en mí conozco y siento a los demás

invención que comienza cada mañana

monótono aprendizaje de despertar y volver a ser yo

¿y si despierto para siempre?

se disuelve la mañana

lapsos de silencio caliente

espacios afilados

estructuras instantáneas

rectángulos

puedo ver fragmentos casi los aromas

cada nivel tiene su propia irrigación sanguínea

mi nana está conmigo mientras guardo mis cosas para irme

palomas alrededor del cuarto aleteos

abro la ventana

pequeñísimas fisuras duelen atrofian

inflaman la tarde

no siento lo que soy

soy lo que fui

y lo que estoy queriendo ser

en el vuelo de las ercilias de centro abierto a la penetración

en el contorno apenas

las amigas se acarician

porque siempre es la primera vez

porque hemos nacido muchas veces

y siempre regresamos

y las flores abriéndose

y los altos altísimos pájaros deteniéndose en su vuelo

rasgándose entre las nubes

y las llovidas nubes llenándose de alas

en la amplitud del sueño

despierto y casi es noche

entro a un cine

está nevando en Nueva York

entro a otro cine

el presente es sólo una circunstancia

desciendo

son casi las ocho de la mañana

y es enero

transcurrimos dentro de nosotros

estoy viviendo superposiciones de instantes en una perspectiva plana

me extiendo sobre tardes que no existen más que para mí

afuera de las ventanas queda el tiempo de hoy

este día no lo conozco

estoy agarrada de mis otros días

estoy agarrada de mí

estoy aferrándome a mí

y aún así aún así todo se acaba

hasta lo de para siempre se acaba

hasta las costumbres de siempre acaban acabándose

pequeños momentos saturados que se distienden

se alcanzan en la disolución

mientras siga encerrada en este cuarto

mientras siga lloviendo

mientras todavía pueda sentir que siento

mientras todavía me obligue a seguir sintiendo

y el miedo me obligue a salir del miedo

y yo me obligue a salirme de mí

pero por qué creer esto si al otro lado del mar

florean todo el año geranios

y los grandes baúles pesados de aromas resinosos y cálidos

se derraman en habitaciones desconocidas

y los ungüentos y los jabones de avena y de leche de cabra

los polvos de trigo la pasta de dientes con sabor a chicle

y aquellos enjuagues para desenredar el cabello en días largos

persianas requemadas del sol verde de Cuernavaca

una niña se mira el sexo en el ardor del mediodía

espeso de insectos y lagartijas

no estoy segura si dormir es estar despierta

las manos me estorban no sé dónde ponerlas

lenta la lluvia casi se detiene

todo se detiene me aprieta pero llueve

se abren ventanas

abajo médanos

y más abajo parten los navíos como una exhalación

hacia las muchachas de los frescos del palacio de Cnossos

muchachas de agua y cal

y la piel se desata

y atrás un sol de polvo

y más adentro pájaros

y nunca llegamos más que a nosotros mismos

pero todo el año allá en la memoria florecen los geranios

y las persianas verdes también están allí en esa memoria

latidos que se fijan en un daguerrotipo

¿dónde laten?

¿en qué parte?

algo se desliza va hacia una cesación

estoy lejos de las mañanas

lejos de los hombres y de las mujeres

lejos de los hábitos y las costumbres

me dejo caer

la atmósfera se cierra

irrecuperable el amarillo

la caída tenue

pérdida del color

rompimiento

obstinación del blanco

y se inscriben las primeras palabras de la Toráh

en la expiación del blanco

en la angustia del blanco

en la neutralidad del blanco

estoy aferrada a la vida

ráfagas de sol

a ráfagas la lluvia

ramificaciones casi azul

el cabello deshecho y ese olor

ese olor que sube desde la infancia

queda una línea de amarillo

aletea reaparece

ahora ondula larga

de muy lejos casi parece un principio de girasol

ahora se disloca apenas percibiéndose del blanco

otra vez perfora la substancia de la nada

otra vez comienzan los sueños aferrados a la línea casi todavía amarilla

no voy a ninguna parte aquí está todo aquí está allá

siento una identificación profunda con el polvo

paisaje hueco amplio inconstante agudo

no puedo atravesar el aire

comienzo a vivir de brisa

quisiera rezar y no sé rezar

ni siquiera sé qué es lo que quiero decir

todo está anegándose

no hay bordes

hay apaciguamiento

hay lo que no entiendo

y es que yo no inventé a esa muchacha

ella forzó su existencia dentro de mí

oscurísimas rosas germinándose en la memoria

las mujeres trenzándose los cabellos perfumándose las axilas

el olor del sexo madurándose

y en las juderías altas y bajas escondidas en las mañanas de Segovia

los romances de las niñas judías y los caballeros cristianos

todavía acechan desde los puentes

y los relatos de la Hagadá creciéndose

mientras espero desvelada en los corredores de los aeropuertos

en los paisajes de neuronas casi en el umbral del oráculo de Delfos

sólo hay una primera y única respuesta

no hay explicación inmediata

apenas la incisión

y mi madre y algunas amigas juegan bridge

y fuman un cigarrillo tras otro

y el perfume de las señoras mezclado al blanco

se oscurece

a través de las ventanas casi olvidados los pirules

pálido el viento

vaho de mimbre en el porche deslavado

la casa se deshace

eternidad de los jardines de arena

perseverancia del aire

se doblan las hojas inician el regreso

despierto y las amigas tiemblan entre los sauces

la veranda sombría fresca en el bullicio del lino

peino tus cabellos castaños

casi no nos movemos

el polen cubre aquella memoria de espejos

todavía me arde me toco estoy sola

albas de los otros diluvios

querida lejana

la complicidad de la voz

su persistencia

y yo soy lo que está cayéndose

ahora estoy en un paisaje de cenzontles

cada vez estoy más cerca

cuando posea esa inmensidad

apenas tendré fuerza para despertar en la brevedad de la muerte

la luz golpea el aire

estamos donde los colores se abren

son días largos y apretados como la migraña

y todo se repite

los árboles desamarrándose

la noche deshaciéndose

¿y después?

lo único verdadero es el reflejo del sueño que trato de fracturar

y que ni siquiera me atrevo a soñar

continuo plagio de mí misma

y el lugar del encuentro es sólo tiempo

todo no es sino tiempo

allá donde unas cuantas buganvilias en un vaso de agua

bastan para hacernos un jardín

porque morimos solos

y la muerte es apenas el despertar

de este sueño primero de vivir

y dijo mi abuela a la salida del cine

sueña que es hermoso el sueño de la vida muchacha

se oxida la lumbre de las veladoras

y yo ¿dónde estoy?

soy la que fui siempre

lo inesperado de estar siendo

llego al lugar del principio donde comienza el comienzo

éste es el tiempo

es el tiempo de despertar

la abuela enciende las velas sabáticas desde su muerte y me mira

se extiende el sábado hasta nunca hasta después hasta antes

mi abuela que murió de sueños

mece interminablemente el sueño que la inventa

que yo invento

una niña loca me mira desde adentro

estoy intacta

 

 

SIENTE

 

     sí puedes

 

siente

 

¿sientes?

 

inunda

 

penetra

 

        duélese

 

allí

 

en su belleza

 

           duélese

en ti

 

dice:

            tómame

              ábreme

 

         ábrete en mí

 

y la alegría

 

                  doblega

 

      profundo

 

duele

 

              duele su belleza tosca

 

                    su silencio

 

       duele

 

         y el cielo de septiembre

baja

hasta mí

             cálido

 

           y cubierto de niebla

 

   y yo

            que un día

      moriré

 

                            estoy aquí

 

            en este instante

       que es todos los instantes

 

estoy viva

 

 

Gloria Gervitz (México) es una poeta descendiente de judíos de Ucrania. Actualmente reside en Estados Unidos. Graduada en Historia del Arte, ha traducido al español obras de Anna Akhmatova, Lorine Niedecker, Marguerite Yourcenar, Samuel Beckett y Clarice Lispector. A los 26 años comenzó a escribir un poema largo, Migraciones, que fue publicado por primera vez en 1979 y que continúa en proceso. Desde entonces han ido apareciendo nuevas versiones del poema en ediciones ampliadas y revisadas. Migraciones es la obra principal de la poeta y ha sido comparada con otros poemas largo aliento como Los Cantos de Ezra Pound, Cántico de Jorge Guillén, la Poesía Vertical de Roberto Juarroz o la obra de Saint-John Perse. En 2019, recibió el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, otorgado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile.

 



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