20 Abr 2024

265. REPÚBLICA DOMINICANA. SOLEDAD ÁLVAREZ

-19 Jul 2021

 

TODO INCLUIDO

 

Santo Domingo encanta a los desprevenidos

tiene un azul obstinado

una fragancia

muchedumbre de palmeras

pórticos como danzantes.

 

The great escape dicen los turistas

en las noches de azogue del malecón.

De oferta a cuerpo

en el pudridero de los arrecifes

la negra de pechos desbordados

el adolescente de pecho indefinido

mendicantes     malabaristas

cada uno con su pedazo de sueño en el bolsillo

con la botija de sonajas y caracoles muertos

ensartados para la ceremonia y el trueque.

 

Esta es la ciudad azul azul.

Que vengan los que den más

a golpe de cálculos hemos aprendido a saciar

         sus apetitos.

Para unos las fuentes y los jardines

el cundeamor dorado y el moriviví

        que crece sin presentimientos.

Para otros la botella de cocuyos recogidos en los

        caminos del amanecer

monumentos y retablos sombríos.

Que nadie dude de nuestros dones

ni de la fortuna de este presente ciego.

Hemos dejado atrás agravios y deslealtades

nada recordamos

y los días por venir importan menos que un puñado

        de cenizas.

Vivamos.

Esta es la ciudad azul azul

y estos son los fastos de su muerte.

   

 

 

RITUAL

 

Era apenas un agujero en la media de seda que envuelve la piel,

pero en segundos la abertura corrió por las piernas

y fue un presagio en este día que había comenzado perfecto:

los pájaros y la luz asomándose a la ventana, el olor del café,

la tibieza del agua como sábana, y en la luna del espejo

tu imagen de mujer invicta, de mujer que ha domado sus fieras.

Tendrías que dar vuelta sobre tus pies y cerrar la sentina de sombras

donde yace horriblemente viva la muerta que nunca serías,

la que acuna espantos y arrastra su historia

con los tobillos hinchados como madera náufraga,

la sonrisa rancia en el rostro desollado por la soledad  

y el estuario envejecido de los muslos

tras la media rota.

¿Será ella o eres tú la que en la luna del espejo

empuña el pincel como pistola, tras la huella del insomnio

el rímel el lápiz rojo y todas las razones del vestido mortaja

que espera para salir como cualquier transeúnte

por las calles que regresan de ninguna parte?

¿Será ella o eres tú la que veo pasar en este día perfecto,

sin extraviarse, hasta el final del laberinto?

 

 

PRIMER ENCUENTRO

 

Marco mi territorio con la lengua,

la tierra de carne y hueso donde retoña el instante

hasta abrir los cauces de la eternidad:

alto pelaje nocturno poblado por mis huellas,

escrutable en sus orificios,

en el gozo presentido que asciende por celajes de temblor

como pez en vorágine de líquenes y arenas tibias.

No hay reparos que no deshaga mi lengua   

ni espacio intocado que no explore

este lento acariciar mamífero en la noche del primer fuego,

hombre y mujer descubriéndose,

olisqueándose donde crece una flor viva

y la sed abreva en pozos y estalactitas íntimas.

Aquí hueles a cardumen y médanos tibios,

aquí rezuma un dulzor que extiende su espesura

y se derrama como ofrenda en la planicie esférica del vientre.

Movimiento miscible. Desgarradura de velámenes.

Yo oigo el ir y venir del tiempo en su marea,

dejándome ir me encuentro conmigo en lo que abrasa                    

–entraña henchida de goce y soledades–

y entre un latido y otro

                                       acezante

la infinitud de la pequeña muerte. 

 

 

DESEO INCONCLUSO

(Fragmentos)

 

Lo peor no fue el dolor en medio del pecho como disparo

el manotazo         

la dentellada del desamor marcándome hasta el hueso, 

salir por los tejados en la noche insomne 

aullando como perro huérfano en busca de la soga que le ate,

repetir tu nombre hasta quedarme muda 

hasta arrancarme de la lengua del vientre

hasta la última de sus consonantes, 

                                                                  y emborracharme

y abrir la blusa en espera del corte en la guillotina.

 

Lo peor era despertar cada día con la musiquilla enamorada

vestirme de rosa rizarme el pelo     las pestañas

perfumarme y salir entre nubes tercamente feliz

por la ilusoria posibilidad de encontrarte:

“buenos días sol, buenos días congestión del tráfico mendigos,

vendedores en las esquinas góndolas del supermercado”

mundo mío de colofones derrotados 

prodigiosamente florecido porque lo abrazo tiernamente 

con lo mejor de mí como si fuera a ti a quien abrazara
            en el umbral de la puerta

al regreso a casa después de un largo día de trabajo.

Lo peor era la dicha de imaginar lo que no era: 

lo peor era la esperanza.

 

 

                               ****

Este deseo que vino de ninguna parte,

secreto como un mantra

rotundo como moneda

tenaz como anillo de fuego

ciego como la raíz del miedo.

Este deseo que venció la muerte

      para matarme lento

que me hizo hermosa y con alas áureas

me echó a volar para arrastrarme por el suelo.

Este deseo que despierta conmigo 

que me viste me desviste me penetra

que me hace llorar como la huérfana sola que fui

y escarba y roe adentro como bestia.

Este deseo marea que todo lo arrasa

este deseo perro que aúlla 

este deseo daga que hiere:

No se lo perdono a Dios 

      ni a ti 

                ni a mi soledad.

 

 

                                ****

Nadie lo sabe

pero lo supo el viento que me vio llorar

y secó mis lágrimas con su pañuelo fino,

lo supo la arena 

en la que escribí tu nombre con un pedazo de coral,

el mar lo supo 

porque en sus profundidades quise ahogar la nada que me diste

y mis muertos

               lo saben mis muertos

a quienes suplico librarme de tu recuerdo.

 

 

                               ****

Una puntada sigue a otra puntada

                             y pronto habré de olvidarte. 

La helada apagará la llama que incendió el verano

cubrirá los días otra vez sin huellas

      en el desecho de escarcha,

y no habrá cobijo para abrigarme ni espejo

      en el que me mire

con puertas para atravesar al otro lado.

Inclemencia de lo que sin querer

      resistiéndose embiste

y al igual que un soberbio animal acorralado

      exige su remate.

Que sea, pues: que el cielo vuelva a ser inalcanzable 

el corazón músculo contráctil

el mar únicamente una masa extendida de agua salada.

Demasiada figuración para salvar la escena,   

demasiado alimentar la fábula para al final

      llegar renqueando a un pozo seco,

en el labio estéril todas las preguntas sin responder 

y prendida en el pelo la flor del ridículo.

 

 

                             ****

Tanto esperé que vinieras a la puerta
            de mi casa,

que ahora sentada solo espero 

ver el cadáver de mi amor pasar.

 

 

Soledad Álvarez. (Santo Domingo, 1950). Poeta, ensayista. En 1980 obtuvo el Premio Siboney de Ensayo con el libro La magna patria de Pedro Henríquez Ureña. Ha merecido el Premio Nacional de Poesía en dos ocasiones: en 2006, con el libro Las estaciones íntimas y en 2016 con Autobiografía en el agua. En el año 2015 le fue otorgado el Premio Caonabo.  Como poeta, además de los libros mencionados, en 1994 publicó Vuelo posible. Como ensayista ha publicado Complicidades. Ensayos y comentarios sobre literatura dominicana (1998), De primera intención. Ensayos y comentarios sobre literatura (2009) y República Dominicana. Paisaje. Cultura (2013). En colaboración, El siglo XX dominicano. Economía, política, pensamiento y literatura (Codetel, 1999) y Cultura y sociedad en la República Dominicana (El Siglo, 2000). Como antóloga ha publicado los libros La ciudad en nosotros (2008) y Santo Domingo. Visiones de la ciudad (2010).

 



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