16 Abr 2024

288. POESÍA COLOMBIANA. VÍCTOR RIVERA

-05 Sep 2021

 

PROLONGACIÓN DE LA LUZ ENTRE LAS ZARZAS

 

Una vez más queremos comprobar

lo que brota entre las zarzas:

junto al ínfimo hilo de agua,

la polvareda de un caballo,

el batir de los juncos,

lo que somos para esas franjas

que se tiñen de color y ruido

y dan ritmo al silencio soterrado,

lo que damos al camino

para que la luz se abra,

duplicando el sol que vemos.

 

Aunque gastada,

la piel es el cuenco de tambor

donde resuena el último latido,

y se proyecta,

como si no tuviera fin,

todo el vigor de las maderas.

 

Aunque roto,

el espejo aún sirve

y nada evita que lo que nace

se mire en nosotros,

para encontrar el agua semejante

de los cuerpos que crecen.

 

Nadie puede negar que somos,

por un instante,

la prolongación de la luz

entre las zarzas.

 

 

EN LA GRACIA DE TU SILENCIO

 

Años después diría:

“gracias por tu dolor”,

me ha perseguido

como una niebla

contra la que he tenido que soplar

con insistencia,

haciendo anchos mis pulmones

de montaña en montaña.

 

Me detengo ahora

como un punto perdido

al borde de la cordillera,

solo para recordar

lo diminuto de nuestros tratos,

lo efímero de esa obligación

de rendirnos cuentas

por los excesos del pasado.

 

También para encontrarte

seguí tus pájaros salvajes,

 el canto de tu cisne blanco:

cuanto más quise torcer su cuello

más aprecié el hielo quebradizo

que me sostuvo en la mitad del lago

ante el fulgor de su plumaje.

Para qué luchar, dije,

tratándose de dos extranjeros

en tierra congelada.

 

Tiempo después,

hallaría gracia en la niebla que nos envolvía,

sólo por volver a la luz,

gracia y piedad

en la dificultad de compartir la misma vida.

 

 

CIPRESES DE VAN GOGH

 

Por los bordes del marco            

crecen los cipreses

como si el mundo se fuera a acabar mañana.

Tal vez algo los llama hacia arriba

a las últimas horas de la noche,

atraídos por la gota amarilla de una estrella,

sus ramas inclinadas, torcidas,

subiendo por el humo de los techos

como la oración que sale por la ventana

o el canto que da giros

y se pierde

en un viento desigual.

 

Allí el que mira con detenimiento

nota cómo tiembla la superficie,

y las hojas,

y los pájaros sobre las cercas,

al unísono,

en una espesura de color.

Allí el que escucha

descubre cómo suenan las espigas

abriendo la tierra

y cómo tienden hacia arriba,

piedad y miseria,

buscando la manera de desaparecer.

 

 

AL OTRO LADO DEL HIELO

 

No es nada nuevo esperar

el alimento que se esconde

al otro lado del hielo:

asimilamos la forma del invierno

sólo por sentir

cómo el sol derrite la barrera.

 

No es nada nuevo

saber que nos quebramos

cantando mentalmente

los nombres del verano.

 

En el límite de nuestra resistencia

hemos esperado

el viento que desate

la fuerza de una hoguera.

 

Por qué no creer

que de esta escarcha interminable

brotará una llanura

de robles luminosos.

Por qué no creer

que antes de que anochezca

el pico de una paloma

romperá la cáscara de lo que vive

al otro lado del hielo.

 

 

EL LOCO

 

Prestemos atención a lo que ve el loco

en el rojo descarnado de las amapolas:

también nosotros somos lo que huye

insaciable,

tras algo más intenso,

también nosotros,

por momentos,

reclamamos un lugar

en el vértigo del cielo.

 

Que nada nos impida desbrozar

el camino abandonado

y en la sierpe ruda

coronar el juzgado delirio.

 

Que nada impida destazar el muro de la pasmosa realidad,

y lanzarnos un día

como el loco tras la quemante amapola

o el águila en la altura.

Algo dentro de nosotros conduce a ciegas

por el escarpado camino.

Algo no resiste la gravedad

y al filo del agua

deja ir lo que vive contenido.

 

 

MEMORIA DE LA DISOLUCIÓN

 

Entre todas las maneras de permanecer en el mundo

los organismos prefieren

aquello que los disuelve:

espera la tierra

la lima del agua que borre

la quietud del borde.

Espera el flautista

que la flauta y el aire,

disuelvan sus notas en el espacio.

 

Nada es igual que ayer

y de lo inmóvil algo es impelido

a rodar entre las cosas.

La piedra y su invisible deseo de pulverizarse

pesa menos cada día,

nuestra secreta manera de partir

nos lleva a intensos momentos de luz.

¿Qué sería del olor que perseguimos

sin el desgaste de la flor y el cuerpo?

El pájaro rasga sus alas

en el aire de la selva,

el cielo también se torna leve

con el paso de una bandada.

 

 

LA ROCA Y EL VENADO

 

Cerca del refugio

el viento advierte:

quien no goce de la niebla que borra

la punta de los zapatos,

no abrirá un camino entre la nube.

Solo allí la luz

y una cordada de pájaros.

 

Quien no goce de la niebla

no hallará plenitud en el último hálito:

nada garantiza

que no seamos tragados

por la inocente garganta de la montaña.

 

En el caprichoso clima

de este lado de la tierra:

es arriba,

donde pocas cosas crecen,

que se desprende el águila

hasta olvidarse de sí misma

habiendo arrojado ya

sus hijos al vacío.

 

Es arriba,

entre la roca y el venado,

que se parte en dos la tierra

para estas almas divididas

incapaces de renunciar

a la huidiza cumbre.

 

En el camino

no tenemos más que completarnos

en una burbuja de pájaros

que reviente

dentro de nosotros.

 

Poemas del libro En el oído azul de la espesura, ganador del VI Premio Hispanoamericano de Poesía de San Salvador

 

 

Víctor Rivera (Colombia). Músico de la Universidad del Cauca, Magíster en Literatura. En el 2011 publica su libro de poemas La Montaña sumergida. Obtuvo el Premio Internacional de Poesía Editorial Praxis 2016 en la Ciudad de México, por su poemario Libro del origen. Obtuvo la segunda mención en el concurso de la Casa Silva “Poesía, pintura que habla” con su poema La siega. En el 2019 publicó su libro titulado Desmesura. En el 2021 ganó el VI Premio Hispanoamericano de Poesía de San Salvador con su libro En el oído azul de la espesura.

 



Compartir