20 Abr 2024

49. JULIO CORTÁZAR. ANDRÉS GARCÍA CERDÁN

-22 Nov 2021

 

EL LENGUAJE Y EL ÁRBOL

  

 Extraído de El árbol del lenguaje. Sobre la poesía de Julio Cortázar de Andrés García Cerdán

  

                                                          

“Posiblemente porque el verano me circunda
escribo este árbol de palabras.”
-Julio Cortázar, “Boomerang”[1]-

 

Es hermosa aquella imagen de Marcel Proust en Contre Saint-Beuve que sugiere que los libros hermosos están escritos en una especie de lengua extranjera, la lengua especial que nos habla como en sueños, esa lengua que excede los ámbitos de lo consabido. ¿Qué palabra es más extranjera que la palabra poética? Su extranjería procede, en primera instancia, de la negación de la lengua como instrumento (Valente, 2006: 24-25). Después, el lugar del lenguaje poético en la construcción de la realidad y la indagación de lo humano se muestra como un lugar intersticial, al otro lado de todos los ríos, en las fronteras de todo, más allá. Desde un pálpito paralelo al de Proust, Silvia Geller se preguntará qué es la poesía en sí misma sino la creación y la invención de un nuevo sentido o si no nos transporta a un mundo inédito de significaciones sólo escritas en los intersticios del encadenamiento de palabras (1996: 181-187).

En este contexto extranjero e inventado cabría otra imagen. Entre el árbol de la vida (instintiva, natural, biológica, plural, genética) y el árbol de la ciencia (epistémica, racionalista, gnoseológica, científica, legal) se alza el árbol del lenguaje, un árbol de palabras, un árbol de poesía que se abre y nos abre a un mundo inédito, ajeno. Ante tanta tinta de libros escritos, Cortázar recomendaba a los lectores del 70 detenerse a escuchar ese gran árbol de poesía de nuestro oído interior, del que hablaba Rainer Maria Rilke. Es éste el árbol en el que ha de tener sentido el bosque de la totalidad. La importancia arbórea del lenguaje debe ser considerada desde los valores que lo lingüístico atesora de forma intrínseca y desde aquellos otros que lo convierten en apertura y contacto. El lenguaje es la cualidad humana diferenciadora, la condición que nos sitúa entre bestias y dioses, el tránsito que permite la conciencia y la creación. El árbol del lenguaje será expresión del árbol de la vida y, al tiempo, hará posible la progresión del árbol de la ciencia. Sin lenguaje no hay homo sapiens, no hay ludens, no hay faber, no hay homo. Y se pregunta:

 

¿no será que somos porque hablamos,

que el Logos, finalmente, es esa sangre

que corre (verbo) por las venas (nombre)? (2005: 661)

 

Las alusiones, los cuestionamientos y las inquisiciones cortazarianas respecto al lenguaje son múltiples a lo largo de su obra, con especial importancia en los textos poéticos. Cortázar se sabe de continuo deudor de la lengua en que se expresa, concebida desde un prisma crítico-creativo que la convierte en enseña máxima de la labor del escritor. Cortázar se reconoce escritor (ficcionante, narrador, mitopoyético, delirante) y entiende el lenguaje como el origen de su capacidad de intervención en el mundo, de acceso a las cosas, de irrupción en el otro lado. La lengua ha de ser todo excepto una sumisión, como recuerda Saúl Yurkievich.

 “Cortázar procura librarse de la fascinación de las palabras, desprenderse de tretas y tramoyas retóricas, renunciar a las bellas estratagemas de la lengua. Ansía despojarse de sus artes de encantamiento discursivo para alcanzar cruda y rudamente, por ascesis bárbara, la otra palabra, aquella con fiebre y vértigo internos, la palabra matinal, matricial, la más habitada, la más humana.” (2004: 172)

 Frente al pernicioso encantamiento discursivo, Cortázar atiende a las explosiones de una palabra febril, vertiginosa, matinal, palabra que “no comunica propiamente, sino que convoca o llama hacia el interior de sí misma. Palabra que no se consuma, como sucede en el uso instrumental del lenguaje, en lo que designa, sino que permanece perpetuamente abierta hacia el interior de sí. De ese modo, la poesía se hará o será fundamentalmente experiencia de la interioridad de la palabra” (Valente, 2006: 25). El primer paso de la libertad humana estará en la libertad del lenguaje, en la restitución de sus potencialidades.

Por otra parte, la evolución cortazariana en su concepción de lengua y lenguaje es en todo coherente con los derroteros de su producción literaria. Es difícil imaginar que el sonetista de Presencia es la misma persona que el autor de “Policrítica en la hora de los chacales”. Con todo, hay unas sospechas básicas al hablar de Cortázar. En él, la lengua es la posibilidad “bárbara” de rescisión definitiva de la “sabiduría falaz” y la captación de la naturalidad del otro lado, ese que la pátina de la costumbre, la niebla de la seriedad, el hormigón del abuso o la hipocresía de la retórica retraen, niegan o abolen. Así, como ocurre en “Cinco últimos poemas para Cris”, las palabras han de ser pájaros, nunca piedras opacas que caigan sordamente.

 

Ahora escribo pájaros.

No los veo venir, no los elijo,

de golpe están ahí, son esto,

una bandada de palabras

posándose

                 una

                          a

                                una

en los alambres de la página,

chirriando, picoteando, lluvia de alas

y yo sin pan que darles, solamente

dejándolos venir. Tal vez

sea eso un árbol

 

o tal vez

el amor. (2005: 156)

 

Palabras como pájaros que acuden al alambre de la página, escritura por escucha, escritura distraída. Se puede observar en muchas de las alusiones poéticas a las palabras cómo Cortázar elige –tal vez es él el elegido– imágenes de vuelo, aéreas, de alas. Desde el primer verso de Presencia (“Ala de estela lúcida…”) hasta las postrimerías de Alto el Perú (1984), al final de su vida, podemos encontrarnos con esta misma idea, con palabras que vuelan, que son libres y lúcidas. En la obra de Cortázar cobra plenamente sentido una poética del aire como la esgrimida por el querido Gaston Bachelard en El aire y los sueños.[2]

Siendo la poesía el lugar en que el lenguaje se mueve en todo su esplendor, expresión de las potencialidades máximas, supremas de la lengua, es obvio advertir que Cortázar buscará la autenticidad total en las palabras y que el poema habrá de ser siempre el arma más extensa en la conquista del conocimiento, desacostumbrado de una vez por todas el uso que hemos hecho del lenguaje.

Tras la sospecha de que con las palabras apenas rellenamos los “agujeros” de nuestro mundo circundante[3], la posición del poeta argentino ante el lenguaje sigue los derroteros de una percepción crítica, entre el amor y el desprecio, entre la entrega y la distancia. En Los Reyes o Rayuela podemos oírlo abominar de las “perras palabras” o de las “proxenetas relucientes” (1994: 269).[4] El camino será amar las palabras cuando estás harto de ellas. En Salvo el crepúsculo lo dice así:

 

“Primeros años europeos: operación de carga y descarga y recarga y contracarga y anticarga y sobrecarga. Por un lado algo como lo que dice Robert Crossom,

 

The curse is to love words

When you-re stuck with them

 

Y vaya si estaba stuck-d de viejas palabras apolilladas, comidas por la mentira, revolcadas en polvos que nada tenían de enamorados como no fuera el hecho de proclamarlos hasta la náusea. Por otro lado algo como lo que buscaba Clarice Lispector,

 

No quiero la terrible limitación

del que

vive tan sólo de aquello capaz de

tener sentido. Yo no: quiero una

verdad inventada.

 

Detrás de eso, la certidumbre de que los poemas, fueran lo que fuesen, guardaban en sus botellitas de ludiones lo más mío que me hubiera sido dado escribir, y que no llegaría a la verdad inventada por un mero barrido de hojas secas.” (2005: 257)

La palabra que cuenta para Cortázar es aquella habitada por el fuego interno. ¿Qué queremos decir cuando decimos? La palabra cortazariana es una palabra que bucea en las profundidades y en su profundidad, más allá de lo inane. Esa palabra traduce un estado humano en ebullición, en desequilibrio, en mutación, tentativa de pintar la totalidad humana y huida apresurada de la simulación retórica. Esta cuestión jalona la obra creativa de Cortázar y se convierte en el punto de partida de la mayoría de sus reflexiones sobre lo poético. Cree el argentino que lengua y lenguaje literario en particular son utilizados con frecuencia como métodos de construcción literaria, stricto sensu, sin advertir la desnaturalización que se lleva a cabo en ese proceso, impostado, en buena medida hipócrita y que acaba por tapiar la verdad. El lenguaje como un fin en sí mismo con propósitos sólo estéticos es un ejercicio de simpleza. De esta forma, Cortázar se alzará contra el uso del lenguaje de una forma meramente denotativa, con adornos retóricos y una intención apenas somera, lo que vendría a trasuntar un acto de incompetencia y una sospechosa banalidad. Contra lo burócrata y la desfachatez literaria se rebela la voz de Cortázar, recordándonos que lo poético desentierra, bien entendido, la única posibilidad humana de realización, la realidad de la conjetura humana en su totalidad.

 

[1]  A lo largo del presente ensayo tomamos como referencia Poesía y poética. Obras completas IV. Opera mundi. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona. 2005. “Boomerang” aparece en la página 682.

[2] Las posibilidades de una “poética del aire” han sido estudiadas de forma certera por Gaston Bachelard en El aire y los sueños (Fondo de Cultura Económica. México, 1989). Igualmente se ha propuesto para la poesía de Cortázar una “poética del espacio”, lo que consideramos natural dada la polivalencia y la sugestividad de su obra. Cervera, Vicente, Una poética del espacio en Buenos Aires. Anales de literatura hispanoamericana, núm. 21. Editorial Complutense, Madrid, 1992.

[3] Julio Cortázar ve en el lenguaje al uso una excesiva humanización, una desvirtuación utilitaria que se olvida de la pulsión primigenia de la palabra.

[4] En las palabras puede encontrar Cortázar la renuncia a la realidad integral, la constatación de que nos quedamos apenas en la superficie. “¡Estoy harto de palabras, perras sedientas! ¡Los héroes odian las palabras!” (Los reyes).  Otras veces en el tratamiento convencional de las palabras el argentino presume la negación de la “literatura” de verdad: “No hagamos literatura... No saquemos a relucir las perras palabras, las proxenetas relucientes.” (Rayuela, cap. 23)

 

SELECCIÓN DE POEMAS DE JULIO CORTAZAR

 

CINCO ÚLTIMOS POEMAS PARA CRIS, I

 

Ahora escribo pájaros.

No los veo venir, no los elijo,

de golpe están ahí, son esto,

una bandada de palabras

posándose

                una

                         a

                              una

en los alambres de la página,

chirriando, picoteando, lluvia de alas

y yo sin pan que darles, solamente

dejándolos venir. Tal vez

sea eso un árbol

 

o tal vez

el amor.

 

 

MATEMÁTICA ELEMENTAL

 

Piense un momento: en Chile, hasta hace pocos días.

¿A quién mataban o asesinaban como bestias?

¿Qué libros quemaban?

¿Quién, por miedo, tenía que dejarse la barba y el pelo largo?

¿Qué casas de escritores y de artistas

recibían pedradas, quién robaba los cuadros

y destrozaba los muebles?

Piense un momento; se cumplían tres años

y en ese largo tiempo, ¿a quién asesinaron, golpearon o vejaron?

¿Quiénes, piénselo bien, tuvieron

una paciencia tan increíble

frente al insulto y al desborde y la amenaza

de opositores ensoberbecidos,

de chacales de fuera y de entrecasa?

  

 

PARA LEER EN FORMA INTERROGATIVA

 

Has visto

verdaderamente has visto

la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa

Has tocado

de verdad has tocado

el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás

Has vivido

como un golpe en la frente

el jadeo la caída la fuga

Has sabido

con cada poro de la piel sabido

que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón

había que tirarlos

había que llorarlos

había que inventarlos otra vez.

                             

De Salvo el crepúsculo, 2005

 

 

A UN DIOS DESCONOCIDO

 

Quienquiera seas

no vengas ya.

Los dientes del tigre se han mezclado a la semilla,

llueve un fuego continuo sobre los cascos protectores,

ya no se sabe cuándo acabarán las muecas,

el desgaste de un tiempo hecho pedazos.

 

Obedeciéndote hemos caído.

 

—La torre subía enhiesta, las mujeres

llevaban cascabeles en las piernas, se gustaba

un vino fuerte, perfumado. Nuevas rutas

se abrían como muslos a la alegre codicia,

a las carenas insaciables. ¡Gloria!

La torre desafiaba las medidas prudentes,

tal una fiesta de estrategos

era su propia guirnalda.

El oro, el tiempo, los destinos,

el pensar, la violenta caricia, los tratados,

las agonías, las carreras, los tributos,

rodaban como dados, con sus puntos de fuego.

 

Quienquiera seas, no vengas ya.

La crónica es la fábula para estos ojos tímidos

de cristales focales y bifocales, polaroid, antihalo

para estas manos con escamas de cold-cream.

Obedeciéndote hemos caído.

 

—Los profesores obstinados hacen gestos de rata,

vomitan Gorgias, patesís, anfictionías y Duns Scoto,

concilios, cánones, jeringas, skaldas, trébedes,

qué descansada vida, los derechos del hombre, Ossian,

Raimundo Lulio, Pico, Farinata, Mio Cid, el peine

para que Melisendra peine sus cabellos.

Es así: preservar los legados, adorarte en tus obras,

eternizarte, a ti el relámpago.

Hacer de tu viviente rabia un apotegma,

codificar tu libre carcajada.

Quienquiera seas

no vengas ya.

 

—La ficción cara de harina, cómo se cuelga de su mono

el reloj que puntual nos saca de la cama.

Venga usted a las dos, venga a las cuatro,

desgraciadamente tenemos tantos compromisos.

¿Quién mató a Cock Robin? Por no usar

los antisudorales, sí señora.

 

Por lo demás la bomba H, el peine con música,

los detergentes, el violín eléctrico,

alivian el pasaje de la hora. No es tan mala

la sala de la espera: tapizada.

—¿Consuelos, joven antropólogo? Surtidos:

usted los ve, los prueba y se los lleva.

La torre subía enhiesta,

pero aquí hay Dramamina.

 

Quienquiera seas

no vengas ya.

Te escupiríamos, basura, fabricado

a nuestra imagen

de nilón y de orlón, Yahvé, Dios mío.

 

De Salvo el crepúsculo, 2005

 

 

CARTEL

 

Veo el mundo como un caos y en el centro una rosa

veo la rosa como el ojo feliz de la hermosura y en su centro el gusano

veo el gusano como un fragmento de la inmensa vida y en su centro la muerte

veo la muerte como la llama de la nada y en su centro la esperanza

veo la esperanza como un vitral cantando a mediodía y en su centro el hombre.

 

De Le ragioni della collera, 2005

 

 

POEMA 1968

 

En un jardín de Nueva Delhi

las flores y las hojas ordenan el espacio

en un liviano acuario de colmenas

donde tiembla el color.

   

Vienen las siete hermanas a comer las migajas

entre ardillas sedosas y franjas de perfumes,

aquí donde vivir tiene algo de armisticio o interregno,

un arte de palabras para llegar a la extinción de la palabra

y saber que no hay arte sino sueño.

   

Me inclino para echar otra migaja a los gorriones

(hablábamos del tiempo, de presagios y espejos)

y viene ya el café, la pipa de la sobremesa.

Perfecto es el instante en esta sombra verde

y todo, en lo más hondo, huele a muerte.

   

Pienso en Régis Debray.

 

                              De Poemas dispersos, 2005

 

 

ENCARGO

 

No me des tregua, no me perdones nunca.

Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves.

¡No me dejes dormir, no me des paz!

Entonces ganaré mi reino,

naceré lentamente.

No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante;

tállame como un sílex, desespérame.

Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dalos.

Ven a mí con tu cólera seca de fósforos y escamas.

Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.

No me importa ignorarte en pleno día,

saber que juegas cara al sol y al hombre.

Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,

lo que nadie te pide: las espinas

hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,

oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.

 

De Salvo el crepúsculo, 2005

 



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