24 Abr 2024

347. POESÍA PERUANA. VANESSA MARTÍNEZ

-12 Dic 2021

 

UN TERCER OJO PARA EL TIEMPO DE LA TRISTEZA

 

¿Por qué las coronas?

¿Por qué obstaculizar con hiel el peldaño del valor? Hemos perdido el balbuceo

El resoplar en la meta es un ahínco sobre los ojos vividos Transportar rezos de fuego

para humedecer las mejillas

y desacelerarnos sobre el trecho del recuento

¡Oh lánguida sombra!

¡Oh lánguida y travestida patria! Ocultando el corazón Marcapaso de mi ávido devenir

¿Podré perderme entre las razas sin dejar derramar mi luz?

¿Podré cantar, yo, olvidada voz, la desmemoriada letanía que nos

 [incendia?

¡Esta sirena que chilla

paralizará las marchas de los escudos!

Y los ojos vividos como coros orgullosos nos escrutan con disimulo felino

Como si no supiéramos también sobre la tristeza de los gatos

 

El índice es una noche sin perlas ni diamantes

Que oculta la ciudad con su chorreada dactilar Color del hematoma profundo que nos

traga Tal vez la devoción etílica

solo sea el torbellino

que los amigos ansían siempre para destruir las grandes fiestas Ni todo el color del

hematoma que nos empobrece

impide el incendio de:

 

Roma

 

 

REPTAR 

 

Llegará la hora en que tendré que desembocar en los océanos,

que mezclar mis aguas turbias,

que tendré que silenciar mi canto luminoso.

JAVIER HERAUD

 

Ya quisiera irme con los espectros a los que se les cayó la nación encima,

pero me he rodeado del fuego 

y no puedo

simplemente

ser más que un lanzallamas.

 

Mi larga cola ha de entreabrir

un solo camino hacia la frontera,

a esta ruta criminal donde

desembocan mis Pacíficos.

 

No confío en el tramo de los fantasmales arenques que me tragué,

están enfermos, fríos,

llenos de la sangre guinda que se comieron mis muertos.

 

No confío,

por eso he de seguir a la brea en Vulcano

cerca al sol del puerto.

 

Mutaré mi cutis y beberé de la mar.

Estiraré mi lomo.

 Jugaré con los barquitos e incendiaré sus velas.

Entonces tus liliputienses excitados narcotizarán mi alma.

 

Seré el show de la semana,

el circo beat  de tu cielo me agotará

y huiré

imitando mi extinción a casa,

donde escondí mis meteoritas embriagadoras.

 

Aquí soy la última de mi maldita casta, 

la que vaticina  sus pérdidas,

la que              vaticina 

sus                       

pérdidas

 

blancas.

 

 

UN MUERTO

 

                                                          ¡Qué cielos! Más blancos que

   los muertos

que siempre me despiertan suaves;

 llevan los pies descalzos; no van lejos.

                                                                       SALVATORE QUASIMODO

 

Un muerto

es un muerto,

muchas cosas lo son.

Muchas cosas aún debe.

Contempla desvanecer su escarcha en cuerpos felices.

Se desfigura en la memoria de quienes quiere,

pierde el vocablo inútil cuando se habita.

Pajarraco en su pico,

pierna de cuerno

bañado en petróleo,

mar de aniquilamiento,

de rudimentaria automoción

y corazón ortopédico.

 

Cojea en el pensamiento del vértigo, tantas veces amado.

 

Los muertos se reinventan

en cada palabra negada.

Reciclan un ala como brazo,

para  agitar su escarcha ilusoria.

Nos cantan la estación

de nuestro propio abrazo.

 

 

LA HIJA DEL CARNICERO

 

No he podido profesar,

la luminaria y  el silencio cómodo

de habitar feliz

y emplacebada en este piso machihembrado a pata calata,

he caminado como ganadora del Nóbel,

directo a la cocina,

donde tantas veces te guisé besos y

pedazos de senos.

 

no he dejado de sonreír

y apoyándome tambaleante

he visualizado tu magnífica fisonomía,

he localizado con mí índice trotamundos

en este atlas de cuerpo moldeado por ti,

el ancladero donde quisquillan efervescentes insectos.

 

y justo allí donde hallo el vértigo de tu amor,

me he estacionado,

he abierto la gaveta

y me he clavado el cuchillo,

para no olvidarme de esto.

 

 

REDONDO

 

Un sueño navegará impulsado

por los vientos de nuestro paraíso artificial

 

por todos los flujos de insatisfacción y de lucha

por aquello en la piel que no alcanza a reciclar ley.

 

Los cuerpos forjados, absortos por la evocación del capricho

descienden como un pájaro cansado de ironizar truenos.

 

Carpintero obseso en meaculpas:

enmaraña nidos en tus ojos volados.

Región flor donde se abate

 el rocío de las nubes deshaciéndose

                      una  a una

                            sobre mí.

 

                     Algodón de tu vestido.

 

 

Vanessa Martínez Rivero (Lima 1979) Ha publicado los poemarios La hija del carnicero (Editorial Zignos, Lima 2007), Coraza ( Av. de Sapere, Trujillo 2009), Carne (Editorial Melón, Buenos Aires 2012), Cartografías de la carne (La one hit wonder, Guayaquil 2012), La hija del carnicero reedición ( El viaje – La rueda cartonera, Guadalajara 2014), Redondo (Ediciones El Viaje, Guadalajara 2015), Redondo (reedición, Lustra editores, Lima 2016), Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza ( Vallejo & Company, Lima 2018), Redondo y un tercer ojo para el tiempo de la tristeza (reedición, Casa de poesía de Costa Rica, San José 2019). Arte- Facta, Selección Multilingüe (Vallejo & Company, Lima 2021).

 



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