20 Abr 2024

395. POESÍA ARGENTINA. CLAUDIA MASIN

-28 Feb 2022

 

LA MUJER MARAVILLA Y YO

 

Cómo se hace

para que no estalle el mundo

todo el tiempo

entre dos que se quieren

y están dañadas: vos me dirás

quién no lo está, yo te diría

que hay distintas maneras

de la falla, puede ser

como una grieta imperceptible,

un raspón, una rajadura,

un agujero, un precipicio,

a nosotras no nos tocó

ni el raspón ni la rajadura ni la grieta,

por eso el miedo

a la locura nos roza

la frente a veces, como un padre

a la noche, a ver si levantamos

temperatura, a ver si sube

la fiebre, pero hay un problema:

ese padre quiere

que suceda, no quiere

paños fríos, cuanto más calor,

más miedo, más cómodo se siente.

Nos visita a veces

como un médico, pero suele quedarse

más tiempo, no tiene apuro,

no tiene nada que hacer más

que eso: los padres muertos

no están ocupados en sus cosas,

son las nuestras las que

los apasionan, si avanza

o retrocede el crecimiento

de la semilla que dejaron

dentro nuestro. Hay días

en que sabemos que va a venir

a su visita de rutina

y tapiamos la puerta, me decís

leéme

un poema o un cuento, y es raro lo que pasa

cuando decís eso: se desvanece

como la nieve el padre,

se deshace

en partículas que no podríamos ver

de tan pequeñas. Las dos sabemos

que nos hemos salvado por un pelo,

que quizás la próxima vez logre entrar,

termómetro, oxímetro en mano,

con su expresión de suficiencia,

a medir cuánto queda

de su respiración en la nuestra.

Cada día que logramos

dejarlo plantado

en la puerta de la casa

es un día de fiesta, ninguna

de las dos lo dice

pero las dos sabemos. Estamos

esperando que se canse,

puede ser larga la espera,

mientras tanto

tenemos los poemas

los cuentos: son como una transfusión,

vienen de otros, de la sangre de otros

que también llevan su fardo

a cuestas. Siempre funciona:

las historias

que los demás cuentan

te hacen tener una segunda vida,

y en esa segunda vida

lo dañado es una joya,

no un defecto, el collar

de ajos que mantiene

al vampiro lejos, en el hallazgo,

en lo fallado hay un libro,

escribió Duras,

y yo le creo. Y por esos libros

es que nos damos cuenta:

lo fallado en cada una no es

lo que hicieron con nosotras,

lo fallado es el hallazgo,

la potencia vital

que nos hizo conocernos,

lo que nos vuelve fuertes, no dejes

de recordarme eso: las que estamos

dañadas tenemos

la capacidad de repetir el daño

o revertirlo, ese es nuestro

superpoder, si bien no somos

precisamente heroínas, algo sabemos

de cómo combatir a un enemigo

mucho más experimentado

y vencerlo. Es más fácil

de lo que parece, en lugar

de tratar de reparar lo que está roto

en vos, en mí, construyamos

una casa sobre eso. Es claro que no será

una casa firme ni permanente,

pero si podemos

amar lo que está enfermo, eso

que no es querible, que es

tan monstruoso a veces

que aterra, eso irá

calmándose de a poco,

como un animal salvaje al que le sacás

el cepo de las patas y te va

perdiendo el miedo y le vas

perdiendo el miedo.

El amor a lo dañado es el reverso

del daño, el lazo de la verdad

que lo retiene. No dejes,

de recordarme eso,

mujer maravilla,

cuando vuelva la fiebre.

 

De La mujer maravilla y yo (2022, inédito)

 

NADA ES TAN SERIO

                                      A Diana Bellessi

 

Nada es tan serio, no, pero hay cosas

sagradas: una corzuela dormida,

porque su sueño es ligero, porque es asustadiza,

porque tiene razón en tener miedo, porque el miedo

cansa, sagrada la escarcha en el pasto cuando amanece,

porque no dura, porque se va, se va, se va,

y lo que se va mientras nosotros nos quedamos

merece ser visto mientras esté, nada es tan serio

pero hay cosas sagradas: tu dolor cuando llega,

porque nunca podremos saber

cuánto es ni cómo se siente el dolor ajeno, una aguja

hundiéndose, un mazazo que cae cuando no

se lo espera, un corte limpio y profundo,

un fuego en el pecho, cómo es, qué podemos

saber de una vida ajena desde este universo

clausurado sobre sí, creemos que hay

un sol que gira únicamente para él

pero está solo, dando vueltas sobre un eje

increíblemente frágil, nada es tan serio,

pero que tengas un sueño tranquilo, animal

cansado y perseguido, que te repongas por un rato

del miedo, que si existen sueños en tu mundo

de bestia, sean

apacibles, con arroyitos

para detenerse a tomar agua y brotes

y adiós escarcha adiós, que vuelvas

convertida en temporal un día y yo sepa

que estás ahí, ahora en forma

de remolino de agua y viento,

adiós a todas las cosas que aparecen y

se deslizan hacia la inexistencia todo

el tiempo, adiós también a vos, ojalá pudiera

evitar irme y que te vayas, pero te deseo

que hoy, que estás acá, puedas

apoyarte en mí como si fuera

por un rato tierra firme y no estas arenas

movedizas que somos todos, que soy yo

cuando te digo que el dolor va a pasar,

sin estar segura de lo que estoy diciendo, solo

porque quisiera que así sea y aunque sé

que las palabras no son sagradas,

ni siquiera son tan serias, qué otro puente,

qué otra soga tenemos: mi mano

sobre tu espalda y las cosas

que te digo con pudor, con vergüenza,

porque son pobres, porque que no alcanzan, no importan

esas cosas, importa que me confíes

tu cuerpo, precioso porque está cansado,

porque dura poco y tiene miedo, qué puede

importar que te hable, es el sonido

de las palabras, el tono, no el sentido,

la cascada que apacigua, es el halo

que deja lo que digo, yo te reconozco, estás

viva, estuviste, yo estuve, no hay nada tan serio,

pero ese fueguito que prendemos para que otro

sobreviva a la noche salva también la vida

de quien lo enciende, yo te agradezco fuego

por sacarme de la indiferencia

que es lo mismo que decir

por sacarme de la muerte, te veo,

estás ahí, corzuela,

escarcha, amor mío, entonces existo, entonces

sí podemos reirnos de lo poco que somos

y tenemos, por eso hay cosas sagradas,

para que nada sea tan serio, para que mañana

el mundo siga siendo igual de hermoso

y brutal aunque no estemos.

 

De La mujer maravilla y yo (2022, inédito)

 

BYE BYE BLONDIE

 

Yo no estoy curada. Me dieron

en la boca la medicina que podía

calmar la ira, la tendencia a gritar, a revolverse

cuando la aguja se hunde

y saca sangre del pozo de la vena,

como si fuera barro y hubiera

que limpiar el cuerpo, sus impurezas,

porque una mujer, cualquier mujer

ensucia lo que toca si no es sometida

a intensos rituales de desinfección, de brutal

pero necesaria limpieza. Yo no estoy

curada pero me dejo

hacer, brillo como una santa, la misma fe

en cosas imposibles, la misma

pasión con un nombre

diferente. No me será quitada

la rabia, ni muerta

esta perra dejará de echar espuma

por la boca ni de lanzar la dentellada

si la quieren

poner a dormir para que no sufra

ni cause sufrimiento. Vos y yo teníamos

un secreto. Estábamos vivas

aunque nos hiciéramos las muertas,

en medio del bombardeo un par de cuerpos

que sobreviven con una única

estrategia: no moverse, no revelar

que están allí, no dejar que el pecho se mueva

con cada respiración, desaparecer

del mundo de los vivos hasta que los vivos

nos dejaran en paz. La batalla es cruenta

y dura todos los años que tuvimos

y tendremos. Cuando parece terminar,

empieza. Y de nuevo a cubrirnos las espaldas

la una a la otra. No te vayas, no te canses

de pelear, un ejército de dos aunque parezca

modesto, inofensivo, puede hacer temblar

la tierra. No es que vayamos a cambiar las cosas:

la victoria es que las cosas

no nos cambien a nosotras. Y no es poco,

no es poco seguir buscándonos

en la noche como insectos que se apiñan

alrededor de la luz. Si vamos a quemarnos al menos

elijamos el fuego, encendámoslo nosotras

con las manos llagadas que tenemos y que la llaga

duela si tiene que doler, pero que sea

en nuestros términos, locas,

raras, mujeres que olvidaron

contra toda evidencia

cómo deben morir las mujeres:

dejándose matar

y agradeciéndolo.

 

De El cuerpo, (Córdoba, 2020)

 

 

LA LUZ DE LA LUNA

  y cuando hablamos
tememos que nuestras palabras
no sean escuchadas
ni bienvenidas,
pero cuando callamos
seguimos teniendo miedo.
Por eso, es mejor hablar
recordando
que no se esperaba que sobreviviéramos
AUDRE LORDE

Hay quienes no formamos parte de la especie

más que como el error, la anomalía que confirma la precisión

y el equilibrio de las cosas. Como las crías enfermas,

defectuosas, que las perras apartan alzándolas del cuello con la boca,

no se espera de nosotros ninguna fortaleza ni coraje. La mayoría de las veces

no hace falta matarnos: el cuerpo vaciado del amor

y del deseo de los otros pasa rápido. Una mancha en el cielo

que pocos llegan a ver antes de que se apague

a miles de años luz, sin poder hacer contacto con la tierra,

sin que nadie la extrañe. Pero algunas veces,

contra todas las probabilidades, una raíz crece desaforada,

sostenida en el aire hasta clavarse en la materia,

arrastrada por un deseo salvaje, por el empuje de la vida

que resiste aunque sepa que en ese esfuerzo descomunal

corre el riesgo de quebrarse. Dejá

que tu cabeza descanse en mis manos, me dijiste, prometo

no soltarte. Y yo, que lo único que sabía

era que había que escapar del amor como quien escapa

de una pedrada en el pecho, un golpe bien dado en el lugar

más vulnerable, me quedé

sin embargo en ese abrazo y fui curado

de las enfermedades de los otros, de lo que hicieron conmigo

para salvarse. No hizo falta que nadie más me tocara. Un cuerpo

sostenido en otro cuerpo se vuelve una casa.

  

De Lo intacto (Bs.As. y Santiago de Chile, 2018)

 

 

TOMBOY

 

Yo no sé cómo se hace para andar por el mundo

como si solo hubiera una posibilidad para cada cual,

una manera de estar vivos inoculada en las venas durante la niñez,

un remedio que va liberándose lentamente en la sangre

a lo largo de los años igual que un veneno

que se convierte en un antídoto

contra cualquier desobediencia que pudiera

despertarse en el cuerpo. Pero el cuerpo no es

una materia sumisa, una boca que traga limpiamente

aquello con que se la alimenta. Es un entramado

de pequeños filamentos, como imagino que son los hilos

de luz de las estrellas. Lo que nunca podría

ser tocado: eso es el cuerpo. Lo que siempre

queda afuera de la ley cuando la ley es maciza

y violenta, una piedra descomunal cayendo

desde lo alto de una cima,

arrasando lo que encuentra. ¿Cómo pueden entonces

andar tan cómodos y felices en un cuerpo, cómo hacen

para tener la certeza, la seguridad de que son eso: esa sangre,

esos órganos, ese sexo, esa especie? ¿Nunca quisiste

ser un lagarto prendido cada día del calor del sol

hasta quemarse el cuero, un hombre viejo, una enredadera

apretándose contra el tronco de un árbol para tener de dónde

sostenerse, un chico corriendo hasta que el corazón

se le sale del pecho de pura energía brutal,

de puro deseo? Nos esforzamos tanto

por ser aquello a lo que nos parecemos. ¿Nunca

se te ocurrió cómo sería si en lugar de manos tuvieras garras

o raíces o aletas, cómo sería

si la única manera de vivir fuera en silencio o aullando

de placer o de dolor o de miedo, si no hubiera palabras

y el alma de cada cosa viva se midiera

por la intensidad de la que es capaz una vez

que queda suelta?

 

                        Poema ganador del premio de la revista Words Without Borders/Asociación de Poetas Norteamericanos de EEUU. Traducido al inglés de Robin Myers

De Lo intacto (Bs.As. y Santiago de Chile, 2018)

 

 

LA HELADA 

 

Quien fue dañado lleva consigo ese daño,

como si su tarea fuera propagarlo, hacerlo impactar

sobre aquel que se acerque demasiado. Somos

inocentes ante esto, como es inocente una helada

cuando devasta la cosecha: estaba en ella su frío,

su necesidad de caer, había esperado

-formándose lentamente en el cielo,

en el centro de un silencio que no podemos concebir-

su tiempo de brillar, de desplegarse. ¿Cómo soportarías

vivir con semejante peso sin ansiar la descarga,

aunque en ese rapto destroces la tierra,

las casas, las vidas que se sostienen, apacibles,

en el trabajo de mantener el mundo a salvo,

durante largas estaciones en las que el tiempo se divide

entre los meses de siembra y los de zafra? Pido por esa fuerza

que resiste la catástrofe y rehace lo que fue lastimado todas las veces

que sea necesario, y también por el daño que no puede evitarse,

porque lo que nos damos los unos a los otros,

aún el terror o la tristeza,

viene del mismo deseo: curar y ser curados.

 

De La plenitud (Bs. As., 2010); (Murcia, 2015); (Sao Paulo, 2019)

 

 

CLAUDIA MASIN nació en Resistencia, Chaco, Argentina, en 1972. Es escritora y psicoanalista. Coordina talleres de escritura y fue docente de la materia Poesía 1 en la carrera de Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes de Buenos Aires. Vivió 30 años en Buenos Aires y ahora reside en la ciudad de Córdoba. Coordina talleres de escritura.  Publicó en Argentina, España, México, Brasil y Chile diez libros de poesía y dos antologías de su obra: Bizarría, Geología, La vista (Premio Casa de América de España, 2002), Abrigo (Mención honorífica del Fondo Nacional de las Artes, 2004), La plenitud, El verano, La cura, La siesta, Lo intacto (Premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina, 2017), El cuerpo y  las antologías:  El secreto (antología 1997-2007) y La materia sensible. En el volumen La desobediencia se encuentra reunida toda su obra hasta 2017. Textos poéticos y ensayísticos de su autoría han sido editados en múltiples antologías en Latinoamérica y Europa. Poemas suyos han sido traducidos al francés, inglés, portugués, italiano y sueco.

 



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