SEÑOR DE LA CIUDAD
I really don´t know how to speak english…
My love,
pienso en alguna palabra que calce
con esta quimérica tristeza que abrigo al presentirte.
Mi amor…
Tú eres dueño de esta ciudad que embriaga,
y yo sólo pienso en cómo decir
hello,
it’s a new day to think about home.
Mi casa me tiene una hija.
Esa hija añora mi voz inalámbrica;
mientras despierto en tu pecho,
ella llora y se estremece.
Papi…
me dice, ante la distancia frígida;
cinco mil
quinientos
cincuenta y cinco
kilómetros de ausencia
se ciernen sobre mi respuesta torpe.
Es madrugada
y tengo sed.
Mi cuerpo ha dejado de dormir en la tiniebla.
La sombra agreste de la ciudad
ansía las lágrimas de mis ojos cansados.
Such a city you have,
my sweet boy
Tomas de mi mano en la vereda.
Esquivo la inmensidad de las vidas deshechas
envueltas en bolsas negras, frente a la calle,
recuesto mi vergüenza en las colinas de tu cuello.
Desfallezco.
¿Eres tú o soy yo?
¿O somos, tan sólo, nada bajo estas luces?
EN LA ESTACIÓN
Ya no marcha la bestia
en su riel, su clamor y su fauna.
Ya no transitan las almas en el pozo,
ese agujero pestilente de la entraña,
soplo húmedo que aglomera
un dolor, un barullo y una herida honda.
La voz del parlante estalla en otro idioma;
lejano, llega aquel tono embalsamado,
entretiene una idea que no madura,
me regresa a la estación cargada de sombras
y seres
y espectros
y tantas ratas.
Mis ojos
recorren otros ojos
dispuestos en el andén,
que aguardan por la luz.
Hay un gutural sonido que se expande
por las entrañas de la bestia,
mientras la tierra se enfría
en los postigos de la oscura
sombra estrangulada.
HIJOS DEL MAR
Sobre furiosas mareas danzantes
recuerda mi piel los tránsitos lejanos,
donde miradas profundas fundaron reinos perpetuos
crecimos como peces de otro mar.
Lejos de casa se esparcieron las semillas,
sobre tierras regadas de lágrimas
germinamos como tristezas,
ojos que sangran quedaron ciegos
sin dejar de mirar el horizonte.
Seguimos el viaje a través de la memoria,
en una distancia crecida como el mar entre tormentas
albergamos la sangre de quienes se fueron silenciosos,
espíritus que susurran historias de guerra, hambre
y pobreza.
Hijos del mar,
como las penas que migran siguiendo los astros,
pequeñas luces dibujadas sobre las olas.
Heredamos la tempestad,
almas iracundas se esconden entre secretos.
Yo no escondo mi melancolía,
como muchos otros cansados de buscar.
Miro a través de las olas que escapan de tu mirada
y sonrío sintiendo la brisa que acompaña
nuestras palabras, nuestra voz,
que calma el miedo, nuestra nostalgia.
CUERPOS EN LA NOCHE
Mi cuerpo alberga la noche,
y es la noche quien ostenta el tuyo;
aquí mismo te encuentro,
en mi propio ser estrellado,
en mi propio rayo de luz,
sobre el manto acuoso de la bahía,
en mi propio mar.
Otros cuerpos coinciden
con mi silencio;
ojos cerrados,
mandibular canto que entono
mientras la piel exuda el movimiento
donde recojo tus sentidos.
Una a una acumulo las miradas,
dedos que atraviesan mi cintura,
labios que se funden en mi boca,
palabras que no recuerdo,
deseos que no comprendo,
poderes que me acreditan
en la mitad del lecho.
¿Seré solo el cuerpo que se mueve?
¿Seré solo el reflejo de mi ser?
¿Seré solo el movimiento
desesperado de mis células?
¿Seré el resultado de mi droga,
la misma que consumes mientras me miras?