NOCTURNO DE LA NOCHE
Yo no sé cómo pero sí me parece
que todos se pusieron de acuerdo
para dormir de noche, qué animal,
qué consenso, qué forma de agacharse
porque ya se va el sol, el solo padre Sol,
el encendido sol autorizado.
Las ventanas se cierran, las persianas,
los cuerpos se conjugan con la horizontal
con las ropas más flojas, los ropajes,
sin que a nadie le importe despeinarse.
Pasan pasos, se duele una sirena,
alguien grita, aterrizan aviones.
Pero la sociedad está de acuerdo,
porque la nada ha llegado a un consenso.
Durante algunas horas no hay partidos.
Los ladrones trabajan para los veladores.
Los excusados no quieren ser jalados.
No hay oleaje en el mar y solamente oscila
una raya de espuma centinela.
Las maestras no enseñan.
Niágara disminuye
el volumen de su agua.
Mueren muchos insectos.
Los muebles cambian
sus bisagras y sus fisonomías.
Ciertas especies se están reproduciendo
con movimiento de consola de atari.
Con la falta de luz con que la noche abriga
la falta de conciencia colectiva
suceden otras cosas que nadie sabrá nunca.
DIOSITO ES UN FOTÓGRAFO CANDENTE
¿No deberíamos de intercambiar algunas partes?
Yo,
las que salen sobrando. Y tú,
esas dos que también.
Tenemos el derecho de tomarnos a pecho
con lo de enfrente en alto,
arrodillados ambos, o alternativamente.
Y si me das la espalda yo tendré que asumirlo
humildemente y sólo con laderas,
con las velas abiertas,
con el ancla en el aire, sumergidas.
¿No deberíamos
de gritarme mi nombre aunque yo no esté lejos
y yo gritar el tuyo
mientras invoco a Dios aunque no crea en nosotros?
¿No deberíamos de conocernos más
y más abajo, a los lados, arriba,
no dejar que el espacio nos ocupe por fuera?
Porque ya ves que luego viene el tiempo y nos mata.
Y entonces no hay derecho.
CIENTÍFICAMENTE HABLANDO
Qué larga y qué apretada tristeza genera la distancia
cuando los puntos que une y que separa
su línea imaginaria
tienen ambos
una intentada sed enferma de juntarse,
pero no pueden, no pueden y se quedan
como dos polos casi equidistantes
cada uno en el otro
lado del mismo mundo.
Y es por esa tristeza tan desnuda que
la Tierra está girando:
qué leyes ni qué fatales leyes universales,
qué prisionera sangre
como una sola tela de seda desgarrada.
EL GUERRERO INVERSO.
Nunca me he peleado, pero siempre
me he peleado.
Nunca he sido golpeado con un puño en la cara.
pero he golpeado caras con puños de palabras
(que me perdonen todas las palabras
Inclusive el plural de la palabra puño).
He tenido ciertos dolores blancos
y de color arena pero nunca
el dolor de una queja. No me quejo
de ronquido ajenos y nunca
he creído por completo que ronque.
El silencio no
me hace daño.
Ni el hambre,
Ni el baño.
Nunca he tomado trago
porque tenga sed.
Sí he tenido sed
pero sé que la tengo cuando la voy saciando,
siempre en gerundio: nunca
he logrado saciarla. Algo de sed
siempre se ha quedado.
Como la vida, el mar me gusta
para verlo y pensarlo, no para entrar.
Hasta la fecha nunca he podido
dejar de estar vivo.
Eduardo Casar (Ciudad de México, 1952) es doctor en letras y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado varios libros de poesía, entre ellos: Noción de travesía, Son cerca de cien años, Caserías, Parva natura, Habitado por dioses personales; uno de cuentos para niños y una novela. Ha conducido varios programas radiofónicos y es co-conductor del programa de televisión La dichosa palabra, del canal 22. Premio de Poesía Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz, en 2009. Premio Universidad Nacional 2015 en el área de Creación Artística y Difusión de la Cultura.