30 May 2023

1. SOMOS NUEVA YORK POETRY REVIEW. POESÍA PANAMEÑA. JAVIER ALVARADO

-24 Dic 2022

 

Nueva York Poetry Review comparte en el apartado "Equipo editorial" el poema merecedor del Segundo Premio del Tren Antonio Machado de los Ferrocarriles Españoles 2021 de nuestro secretario Javier Alvarado.  

 
Un jurado compuesto por Raquel Caleya Caña, directora de Cultura del Instituto Cervantes; Almudena Ballester Carrillo, Premio del Tren 2019; Manel Villalante i Llauradó, director general de Desarrollo y Estrategia de Renfe; Jesús García Sánchez, editor y coordinador del Comité de Lectura; Manuel Núñez Encabo, presidente de la Fundación Española "Antonio Machado"; María Esther Mateo Rodríguez, directora general de Seguridad, Procesos y Sistemas Corporativos de Adif; Ignacio Elguero de Olavide, director de Educación, Diversidad, Cultura e Internacional de RTVE; Angélica Martínez Ortega, secretaria general Técnica de MITMA; Luis Alberto de Cuenca, helenista y editor literario; y Cristina Sánchez, jefa de Comunicación, Cultura y Negocio Digital de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, concedió a este poema el Segundo Premio del Tren Antonio Machado de los Ferrocarriles Españoles en su versión XL en el año 2021.

 

 

  

EL ÚLTIMO TREN DE LEÓN TOLSTOI Y DE ANNA KARENINA

 

Examinaba tranquila las partes bajas del tren: 

los ganchos, las cadenas, las latas ruedas de hierro fundido. 

Ana Karenina, LEÓN TOLSTOI

 

 

Este tren donde somos pasajeros,

este tren que se alarga entre las tundras,

este tren que se adviene cual la noche

para alcanzar la majestad del día.

Venga pues la belleza en las coníferas,

venga

                 la maestría 

                                             en los relatos;

el ondular del aire en las planicies,

la densidad de coros que cabalgan

entre libros que invaden mi tristeza;

historias de mujeres señaladas;

cuando en nostalgia llamas y te llamo

por toda la aridez de los desiertos;

con los hielos tallados en Siberia

cuando el alba despierta los jazmines,

cuando las rosas trepan por los muros

y los muros respiran por las rosas

y hay recuerdos de amores en nevadas,

yeguas que muerden pétalos oscuros,

corceles que se embriagan con la sombra

resuelta en la pared con candilejas

y fabricamos formas con las manos:

aldeanos que bailan por el heno,

vacas que se resuelven en el pasto,

cisnes que se bifurcan por el agua,

agua que rememora nuestros sueños.

 

Este tren ya se sueña con Moscú;

nos abre su plegaria con los brazos;

toca los dedos de Anna Karenina 

como una flor nimbada a la intemperie;

por calles destempladas cuando ríes,

(calles adoquinadas cuando lloras)

el tramo de los zares y la corte

cuando se abren 

                       los huevos Fabergé

iniciando los cuentos y las fábulas

de las tribus eslavas con el hielo;

de un gran imperio alzado entre las cumbres,

carruseles que rotan sus caballos,

los carruajes que indican otro vértigo;

estas inmensas plazas y sus conos,

catedrales de bulbos de colores;

las cebollas pintadas en belleza:

la Rusia campesina con sus lagos,

sus cartas que se rotan por el Neva

con oboes y flautas y violines

con música de claves y de violas.

 

¿Qué será de este conde Tolstoi, vivo,

en todos los recuerdos de su patria,

cuando ya transitaba por las frondas

al respiro de páramos dorados

y regresaba con la tarde quieta

dispuesto a escribir todas las sagas

estas grandes novelas y episodios,

 

Oh, la Guerra y la Paz, en sus efluvios,

Sonata de Kreutzer, en los acordes

de un carpintero abriendo los nogales

y residir allí desde su oficio,

taladrando la piel de la natura

y colocando un mapa a las estrellas;

tu obra Resurrección con sus estiajes

siempre mirando el valle que amanece;

las cuartillas que crecen como robles,

palomares y granos fecundados

al repetir la magia de algún sitio.

Crimea en la cerviz, San Petesburgo,

Goriachevodsk con aguas borbotantes

en lo termal-telúrico del cuerpo;

Marenka deshojada cual los lirios

que se yerguen hermosos por los lagos;

soplaste cual monzón sobre su espalda

y en sus labios pusiste otra cantata.

 

Era tu juventud llevada al goce;

era tu juventud con elefantes,

juventud de ballestas y gorriones,

juventud de hojas gualdas y caídas.

 

Este es Lev Tolstoi, el conde con su barba

que escribió de qué viven nuestros hombres

cuando piensan la vida en sus calzados;

cuando el ángel de muerte fue desnudo

y hallado por la calle y socorrido

para luego aprender el vasto oficio

de martillar futuros en las suelas;

zapatero vestal de las mañanas,

trabajador del cuero y de los hálitos.

Y al encontrar amor en semejantes

alzó su vuelo en alas de quimera

dejando una ilusión en el tejado;

un camino sereno hacia la cúspide.

 

¿Qué decir de Sofía Berhs, la que halla

la voluntad del pez desde su signo;

proliferando miel para los osos;

deleitando la luz en primavera

la que surge cual pan de las cabañas

y se corta por gajos de azucena

por humeantes sílabas del trigo;

la avena que se esparce por los surcos,

el centeno cortado por las niñas;

y tú, pasando a mano manuscritos,

fotografiando los hechos y paisajes;

una aurora naciente y paulatina,

una corneja tibia, desbocada

en paseos y granjas del verano.

 

¿Qué será de la flor cuando camino

en Yásnaya Poliana con el oro?

Esta pedagogía de los frutos,

de los huertos de luz con pueblerinos;

ellos que van hablando el esperanto,

clamando el amor de la lengua rusa;

las binzas de colores de los sueños;

pedagogía humana desde el arte.

León Tolstoi, humanista y pensador

tus epístolas con Mahatma Gandhi

viajando por el gran Ganges en la India

también con Bernard Shaw junto a sus dramas;

Rainier María Rilke bosquejaba

otro jardín de Duino en las ideas.

 

Ya sé que estas son obras del prosista;

que siempre está mirando el magno cielo

preguntando por casas en el polvo;

por personajes fuertes y precisos,

por tramas que se advienen a los ojos,

por bestias que se amarran por los lazos

que tejen otro nudo tras la guerra;

como si nuestra espera fuera lluvia,

como si nuestra lluvia rebasase

el canto germinal de las semillas

y la alondra nos fugue con su canto

y el águila fecunde nuestro grito

y el ruiseñor deslice su concierto

entre el vaivén del fuego asesinado.

 

Escúchame gemir con este tren,

estrella frágil, Anna Karenina;

este chiflo de amor te pertenece.

Ya te veo en cuclillas a la muerte

en huracán con pájaros de bruma,

en inviernos y otoños con el oro

donde una banca puede recibirte

al iniciar tu diálogo en el parque

en esta ausencia trémula del vuelo

donde el alma resuelve ser un árbol;

un árbol desde adentro cuando clama

por los ciclos de estepas y pinares;

deseos con acículas reunidas,

vocales que se fraguan con la tierra;

las estrellas cortadas del suicidio.

 

¿Qué luminosos seres te encontraron

sobre las vías gélidas y yertas?

¿Qué amapolas nos dejas sobre el riel

que conduce las arias y vagones?

Fue en un otoño muerto con las jarcias.

Es la fecundidad del tronco vivo,

amancebando adioses en la niebla;

un paisaje desnudo en la sonrisa,

un par de golondrinas en el éxtasis

van mirando a los dinastas del aire;

lo que vuelve a tu carne cual pañuelo

que se cae del alma en la desdicha.

 

Hoy que callo por álamos de sombra,

por chopos desbocados a la ausencia;

el pinar se traduce en una estrofa;

las rimas por el tiempo se provienen

en un caudal de plata concebida

bajando por barrancos de silencio

rompiendo los cristales y las arias

de los seres del bosque que yo sueño.

 

 

Podrá venir la sangre por columnas,

el templo de la edad en las estrellas,

los tigres de bengala con sus rayas;

son la constelación de lo que vive;

olifantes del tálamo y la noche.

Es Anna Karenina la que sufre,

es Anna Karenina ante la gente

desmayada en el alma de la ausencia;

heroína desviada como un río

hacia otro mar de bahías solemnes

donde la muerte en giros participa

en el rito iniciático del cosmos

por rieles y durmientes con la marcha

por el último tren de nuestras vidas

donde Vronsky sonrió para no aliarse

y es el tren que nos trenza en su madroño;

los nudos ferroviarios de la suerte;

fría raíz de las locomotoras

quedando inerte en ansias consteladas,

llorando también a su creador

que también se fugó con los vagones

de larga pulmonía en los pinares

muriendo en la estación llevando un libro

de Dostovievski, (el alma en las maletas).

Astápovo en señales reclamadas.

Anna Karenina y León Tolstoi

se fueron en un tren por el realismo

donde la luz penetra en las coníferas

donde el humo del tren es una estela

donde el pito del tren es una alarma;

un cruce de las lindes con el orco,

un tren que ya nos ruge con sus nieves

con su fuego traslúcido y gimiente;

un tren que no persigue cicatrices

y que se aleja y que se va alejando

y que se aleja y que se va alejando

a otra tierra, 

                        otro mar 

                                    y a las montañas.

 

 

https://ffe.es/premiosdeltren/informacion/finalistas2021.htm#poesia

https://www.revistadearte.com/2021/11/01/entregados-los-premios-del-tren-2021/

 

 

 

 

 


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