CULEBRA CIEGA
Amerotyphlops costaricensis
La evolución hizo a la culebra reptante
en la oscuridad de la hojarasca,
debajo de ella,
como quien ve arriba la descomposición de los huesos.
La culebra ciega es el cordón umbilical
que une los reptiles a la noche.
Incluso posee dentadura únicamente en la maxila superior.
Casi parece que el tiempo la privara
de estar completa
para el trasiego de los dones.
Tan solo viva, está aislada
sin saber que existen las lumbreras
o las calles de un sentido,
o las demás serpientes
junto al líquido del alba
al pulir sus cuerpos y perfeccionarlos.
La culebra ciega, ¡remanso!
¿Qué mejoría le podrá dar la noche
sino cubrir el tiempo con su aroma,
tan simple,
bajo la ausencia de los dedos
y la manta de piel que le cierre los ojos?
La serpiente es un sueño infinito,
la forma líquida de la ausencia.
Antes de que ustedes se vayan,
creo justo mojar el ánimo con los aromas agradables.
Así ocurre para el ciego
que por años escucha crecer a la muerte
y, al sentirla llegar,
igual la mira sorprendido.
SERPIENTE DE MAR
Hydrophis platurus
¿De qué hablarán las olas si las mira el desconocido
por primera vez
frente al océano? ¿Le dirán:
—te vimos nacer de otra carne,
o, —viniste a nosotras
en el pantano de tu vejez: entra, hijo, entra?
El rayo azabache zigzaguea con la cabeza erguida al respirar
y me dice: —entra, hijo, entra al ojo de los mares.
—Entra, hijo, entra –y mueve el cuerpo
al deslizarse bajo la música.
Las olas se rompen a la entrada abierta de un galimatías.
Este mar
antecede al témpano que nos dio la vida
y que ahora nos la pide de vuelta.
Bajo el agua, el tiempo es un verso infinito.
Vemos a la serpiente con el ceño anegado
por el amor a las certidumbres maternales.
La serpiente de mar se acerca a la superficie
hecha un relámpago
y atraviesa el tiempo con la vista.
Dice:
—entra, viejo, entra –y se hunde en los marjales.
MANO DE PIEDRA
Metlapilcoatlus mexicanus
i/ii
A las obras del ofidio
les faltan rocas
y les sobra humanidad.
La acusación de misantropía
es refugio del ególatra
que ve en el arte la labor
de exaltarse a sí
para la
posteridad. El humano
escribe contra sí porque
el arte es la
labor de las bestias.
GRANOSA
Nothopsis rugosus
A veces quisiera el trabajo en alguna fundación
y que los méritos se den por las vidas que salvo,
pero elegí una labor confiada en los otros
que, algún día, hagan lo que yo no me atreví,
porque es más sencilla la intimidad
y tiene menos restricciones
para dormir plácidamente.
Así imagino a mis estudiantes
siendo generales sin obstinación
o promotores de investigaciones marítimas
de las que leo en artículos desde mi cama.
Deseo conocer el enigma de los reptiles
bajo el rincón luminoso de mi teléfono.
En este lugar, pienso la emoción de las personas
que harán guardia dentro del bosque,
mirarán las gotas que mojan este libro
a la mitad de un dosel muy lluvioso,
y me piensan pensándolas
con el gusto que les es propicio
al romper esta mañana
las armas de un cazador.
BOA ARCOÍRIS
Epicrates maurus
Se dijo que una gota de saliva
arrojó Eru por encima de su barba,
y que bajó al amanecer
donde atravesase las nubes:
la luz iluminó los arbustos
como un haz de joyería,
dio brillo a los peñascos.
Fuimos tras el pasaje
en el que notamos llover la saliva.
A la tierra la cubrían mariposas.
Bajo aleteos, las flores hervían
por esta fragancia
de aromas timidísimos.
Aunque ya era alto el día,
las estrellas perduraron.
Aun en la incorruptibilidad
no hayamos evidencia de Eru
en ninguna parte.
Cuando regresamos
con la ilusión convertida en desdicha,
sudorosos tras el desconsuelo
de haber buscado la respuesta
que aligerara nuestra carga,
seguía Eru sin revelársenos,
y así se mantuvo.
Llegamos al pueblo
con la orfandad. A la entrada,
junto al río desecado,
hallamos la boa que resplandecía
ante la luz de la tarde.
Era
distinta.
Su luto nos levantó
antes de entrar al pueblo,
seguimos adelante mientras la boa
nos miraba hecha el fulgor
que atravesara el oro
de mis ojos,
fuimos donde los ancianos
y les respondimos sonriendo
que las lluvias pronto volverían.
VORFREUDE (BIS)
peel your own image from the mirror.
Sit. Feast on your life.
DEREK WALCOTT, 1986
Espero el día en el que duerma en mi pueblo
y tenga un abrigo deshilachado dentro de la casa;
se ponga gris de tanto polvo en mi ausencia.
Heredo el canto, no el perfume ni el miedo.
Llegará por la puerta de atrás diciéndome:
—has vivido bien. Dejá tus sábanas. Seguime—.
Antes de salir, lavaré mis ojos con la luz del sol.
Una última vez quitaré el polvo de los muebles.
En la entrada puede que el horror me seduzca,
pero he vivido bien. Dejo las sábanas. Sigo.
Aunque ya no me esperen, buscaré a mis hermanas,
me tenderé en su jardín crecido de rosas.
La noche de mi tregua la adornaré con bronce.
Adiós. Me voy al futuro, libre de sol y de frío.
De Kintsugi (2020)
Joset André Navarro (Tarrazú, 1991) Autor de los libros Kintsugi (EUCR, 2020) y Boa (EUNA, 2022), obra por la que se le otorgó el XLIII Premio de Poesía Universidad Nacional de Costa Rica. La mayoría de los poemas en esta selección pertenecen a este último trabajo. También es autor del poemario breve El parque de los Venados (EUNA, 2019) obra que recibe un lugar en el XXXV Certamen Literario Brunca. Participante en eventos literarios de Costa Rica, Uruguay, El Salvador, México y República Dominicana. Además, poemas suyos se encuentran en revistas impresas y digitales de Costa Rica, México, Chile y España. Licenciado por la Universidad de Costa Rica en Estudios Sociales y Cívica, con estudios en Asesoría Psicopedagógica por la Universidad Autónoma de Baja California. Conferencista sobre aprendizaje diferenciado en UABC, México (2015), y en herramientas cognitivas para el CPIC, Costa Rica (2020), entre otros. Es miembro de la Asociación Ornitológica de Costa Rica.