SE HACE TARDE
— Jisei no ku —
(Fragmento)
Si debo borrar en llamas la asfixia
que ha dejado en mi cuello la corbata,
darle fuego al traje completo
que une mi pulso al pulso
de las habitaciones
ahogadas de susurros, incendiar el zumbido
de esta lengua muerta, o moribunda,
como la correcta pronunciación,
original –la que pensaron mis padres–
de mi nombre,
mejor encender la pira desde ahora.
COLUMBARIO
El discurso de las abejas
(Fragmento)
X.
Quise morir. Pero fracasé todas las veces.
Cuando tragué, por ejemplo, el vértigo de los
pisos, uno a uno los escaños por donde corre
la sangre ahumada del enjambre, y yo,
desleal al incendio, volvía de nuevo al
escritorio.
Afuera todo anda; giran las tardes con sus
llagas, abiertas en su rosáceo camino hacia
las tinieblas, con la esperanza de no volver a
rodar sus heridas en el cielo.
A PROPIAS GARRAS Y COLMILLOS
—Primer maremágnum—
(Fragmento)
En 1845, un perro fino, hermoso y valioso, mascota del señor Floyd, intentó suicidarse, ahogándose en uno de los ríos de Holmfirth, Yorkshire. Un Terranova –perro de trabajo–decaído durante días, corría hacía el agua y nadie podía impedírselo; apenas se lo liberaba de la correa, nadaba al centro, lo más profundo y dejaba sus patas “perfectamente quietas”, como buscando acabar con un terrible aburrimiento; extraviado de la tierra firme de su dueño, cansado de un cariño que lo laceraba; varias veces fue rescatado, pero “se lanzaba nuevamente, buscando hundirse”, hasta que sumergió su cabeza, y tuvo éxito (Edward Jesse, Anecdotes of dogs, 1858). Dios no puede hacer eso, el suicidio, le es ajeno – ser imperfecto-perfecto– Quitarse la vida, aunque quisiera, no podría: el cuchillo blandiría el tajo contra sí, la horca expandiría su nudo al infinito, la navaja escaparía eternamente, hasta perder el filo. Como la bestia, que no titubea: dice sí a la mordida, sí a la yugular que resplandece en el latido del corazón acelerado de la presa. Como los ángeles, cabe en ellos una sola pauta –sí o no– sin cometer errores, no sienten culpa, no se arrepienten, no viran, no dan la vuelta, caminan en línea recta, rompen los ciclos. Como la bestia que quiebra la tarde y rompe con su tajo el río: nunca más una mañana, nunca más o siempre, este punto, esta muerte –infinitud–. La bestia que elige morir es perfecta.
LOS DIENTES DEL BABIRUSA
(Fragmento)
[…]
En ese espejo veo un animal que parece haber nacido para enfrentar el crecimiento de las uñas, como tapiar el aroma del abismo con pequeños cortes.
En Malasia le llaman el puerco-ciervo, Babirusa, porque le crecen los colmillos como cuernos, curvados en dirección al entrecejo.
La punta de un canino, robusto, arroja su sombra sobre la carne del morro.
El diente toca con su rumor de cuchillo por debajo el pómulo.
Un animal contra su propia mordida.
Pero esta especie de jabalí encornado decide no limar el curso de sus huesos.
Cuando la parábola cierra –imagino– el cerdo aguarda.
La vida dice “soy tuya” en el bastón latente de mi pierna. El cerdo sabe que nos traiciona.
Sabe que el dolor no se cansa, ni cesa la vejez de lacerar los pasos. Lo sabe, y dan lo mismo treinta metros de distancia entre el anillo de sus fauces y la piedra, o el acantilado; el rígido lienzo de la mancha que habrán de interpretar los que se quedan.
*
¿Seguirán creciendo los cuernos,
enroscándose
sobre el cráneo del animal muerto?
¿Dónde queda el descanso de las células?
Un médico me contesta:
Se debe separar la muerte del occiso, cardíaca, legal, de la de sus tejidos… Lo que persiste, empeñado en urdir palpitaciones, después de la sangre evaporada.
No todo el cuerpo se seca en el instante.
Aún después de siete días, por ejemplo, se puede trasplantar la córnea. Tómenla.
Los que dan de beber a diario al pulso de las mitocondrias, piden un ojo de la cara.
Que ruede la tierra.
Que descanse el hueso.
Este cerdo salvaje nació para el suicidio, observa el rubor sobre los techos de la ciudad con la blanda seda, húmeda, de su mirada en vilo y el fémur quebradizo.
Y tanta sangre, agotada, tanto esfuerzo.
Ya no será necesario.
Breve adelanto del libro A propias garras y colmillos
que será publicado por DOGMA Editorial.
Arístides Luis (Pachuca, México, 1990). Escritor, profesor, ganador del primer lugar en el concurso 52 de Punto de Partida UNAM, en el género de ensayo de creación, 2021. Becario de FONCA en la especialidad de poesía, generación 2021-2022. Mención honorífica en el Primer premio de poesía “Lone Star”, Houston, Texas. Licenciado en filosofía, con especialidad y maestría en complejidad con enfoque en ciencias sociales y humanidades. Su trabajo se puede encontrar en publicaciones literarias y académicas como Periódico de Poesía, Revista INTERDisciplina del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) y Punto de Partida, de la UNAM, así como en Celdas Literarias, el Septentrión, Comité 1973, entre otras.