Yordan Arroyo Carvajal
Universidad de Salamanca, España
Se tiene el propósito de exponer un repaso general alrededor del poemario Anamnesis, ganador del I Premio Latinoamericano de Poesía Marta Eugenia Santamaría Marín 2022. Con esto, Nidia se convierte en la primera autora ramonense[1] en obtener un galardón internacional de esta índole. Asimismo, para profundizar en la propuesta ética y estética, se realiza, a grandes rasgos, un panorama de su producción artística. No obstante, ella no solo es poeta, sino también narradora, pintora y docente universitaria, facetas que relucen en este libro. En términos generales, según nuestras interpretaciones, Anamnesis podría considerarse uno de los poemarios más fluidos, profundos y diferentes de Nidia, quien hasta hoy, a pesar de no haber caído en la repetición de su propia voz, como sucede con muchos autores, no ha recibido una merecida atención por parte de los estudios literarios actuales en Costa Rica.
En teoría literaria, Gerard Genette se refiere a la importancia de analizar títulos, portadas, epígrafes, estudios introductorios y prólogos en los libros (paratextos). Todos estos elementos son ojos que esconden el contenido intangible del alma. Por eso, se decidió iniciar esta reseña a partir de las ideas de este intelectual francés. Inicialmente, el título del nuevo libro de Nidia Marina González Vásquez remite a una palabra compuesta de origen griego ἀνάμνησις, documentada en obras literarias desde el siglo V a. C, y del verbo μιμνήσκω (recordar). Entonces, queda claro que su propuesta estética se asocia con la memoria, lo cual se encuentra en los dos epígrafes iniciales, uno de Alexia Ugalde Quesada, investigadora comprometida con la violencia y la búsqueda de la paz en el sistema político costarricense y el otro, de la muy reciente Premio Cervantes, Cristina Peri Rossi, escritora, traductora y activista política uruguaya. Existe, de entrada, una combinación entre el mundo académico, el humanístico y el literario, que, en este caso, bien articulados, son sinónimos de compromiso y madurez poética (sobre un debate particular e importante sobre este punto, véase la nota 2), aspecto que se propone, al menos en este caso, como una ética y estética del pensamiento humanista de esta autora.
En el poemario Anamnesis, su autora cumple la labor de lectora antes de escritora, pero también de una educadora interesada en asuntos universales y antiquísimos como la violencia y la paz (En el fondo el olvido es un gran simulacro), ambos relacionados con la memoria de los pueblos y con el olvido. Ella toma el verso del título de la tesis de licenciatura de Alexia Ugalde Sánchez que lleva por título, quizás de manera inconsciente, un verso del poema “Ese gran simulacro” de Mario Benedetti (1995).
Nidia Marina González Vásquez escribe desde su época, periodo convulso, lleno de guerras y coyunturas políticas que trascienden más allá Centroamérica, por eso, realiza, tanto en el ámbito externo como interno, una lectura profunda del contexto donde vive. Esto proyecta una voz profunda (en el sentido filosófico), mística, espiritual, sensible, onírica, comprometida y artística. Destacan, además, las imágenes asociadas con las matemáticas (véase, por ejemplo, el poema “VOY POR LA MITAD”, p. 58) debido al interés que refleja este libro hacia la física cuántica (método para entender fenómenos normalmente conocidos como “paranormales”), punto de contacto con uno de los referentes contemporáneos más importantes en la más recientes literaturas.
Leer este poemario, de fuerte interés para la literatura costarricense como parte de su conjunto centroamericano, permite aproximarse a una voz diferente de la que se ha hallado, sentido y analizado en sus demás obras. Durante la trayectoria poética de esta autora[2] se van conservando ciertos tópicos, unos propios de las literaturas escritas por mujeres, entre ellos, hablar desde el silencio como parte de una historia antropológica de gran parte de las mujeres en Occidente y luego, no necesariamente vinculadas con su género (mujer), se destaca la sensibilidad para construir imágenes relacionadas con la metáfora de las manos (plasticidad), manifestación de otro lenguaje, el de su quehacer, artista plástica en la Universidad de Costa Rica; interés por temas precolombinos, espacio donde desarrolló su tesis de licenciatura sobre arte precolombino; la estética del claroscuro; protesta contra la religión cristiana como entidad hegemónica y de manipulación de masas; uso de mitos hebreos, mesoamericanos y griegos; manejo de recursos del cuerpo como diálogo con la naturaleza (sagrado y femenino [la poesía de esta autora posee una enorme fuerza de discurso telúrico como refugio y manifestación de la femineidad: locus sagrado, de protección y comunicación,]); la evocación a arquetipos como la niña y la abuela, integrantes de la memoria histórica, parte del compromiso ético “recuerdo-identidad” (punto en donde alcanza su mayor apogeo en este nuevo libro); construcción de ideas filosóficas respecto al tiempo-muerte (no solo como un espacio de luto, sino también, ruptura de barreras que se humanizan hasta convertirse en compañera de la ausencia). La voz escatológica, desde la alquimia, pasa de ser un estado maléfico hasta convertirse en campo de energías cuya función principal es sanar heridas que, aunque siempre estarán, con el tiempo dolerán menos, muy en contacto con poetas centroamericanas como Claribel Alegría o Mía Gallegos.
También, punto aparte, la presencia de Asia como referente tópico-espacial y multicultural, y a su vez, ligado a Oriente, se destaca la fuerza dialéctica “yin yang” a lo largo de una serie de poemas en donde la voz lírica ahonda en su ser hasta encontrar el equilibrio espiritual, la Penélope y la Eva (como sucede en Zurda, 2021 y mediante otros referentes femeninos en el presente libro), imágenes simbólicas e ideas que se manifiestan sin requerir tenaces explicaciones.
Incluso, la poética nidiana[3] siembre ha apuntado a la lucha contra la homogenización de su propia voz, mal común entre diferentes escritores y por eso, busca y construye libros mediante corrientes estéticas diferentes, siendo su propia adversaria. Ejemplo, su última publicación, Zurda, con esta casa editorial (Nueva York Poetry Press), desde nuestra lectura, es el poemario de temática más rotunda y abiertamente feminista (manifestación propia de las retóricas más actuales en poesía escrita por mujeres centroamericanas), transgrede la mayor cantidad discursos posibles desde un alto nivel de conciencia y uso pragmático de la ironía. No obstante, en Anamnesis no se separa totalmente de esa identidad comprometida con las luchas por la equidad de género, mediante un paradigma humanístico que dialoga por una colectividad. Esto da eco a una voz latinoamericana contestataria y comprometida, ética, humana y políticamente, con la deconstrucción de imaginarios; quizás el ejemplo más claro es el poema “CUERPO”, uno de los más extensos y por eso es necesario citarlo completo y subrayar parte de sus tópicos, pues marcan un hilo comprometido de lectura:
“Mis muertas no me dejan olvidar
las desmemorias
los trajes de hombre
que debieron ponerse
no sé cuántas veces.
Mi cuerpo no puede olvidar
que las mujeres hemos sido etiquetadas de poca cosa
y ahora que somos más fuertes
se nos acusa de ser una moda.
Mi cuerpo es una caja de resonancia
por eso tiene de más
varios tejidos,
tiene de menos
los que quise cuando era niña
y soñaba con ser niño
para que me respetaran.
Tiene orugas de pan
mariposas de purpurina
untadas en las sienes
silenciadas en el pecho
amamantadas con barro.
Mi cuerpo
es una rueca de hilos desangrados
de puños que apuñalan la imposibilidad
de la justicia.
Mi cuerpo es una memoria
un dispositivo cuántico.
No siempre se entiende su lenguaje,
porque habla antiguas lenguas
que no figuran en ningún documento.
Entrecierra los ojos
para dibujar mejor los contrastes,
para enfocar
el lado ambarino y subterráneo
bajo las capas de mis células.
Se hace un ovillo
se mete en las raíces de los árboles
en el corazón de las rocas
para tocar sus memorias.
Mi cuerpo es un andamio
que no acaba en los huesos.
Se desvela en las nervaduras de la salvia
deja un poco de sí
en todo lo que toca.
Mi cuerpo es una mandolina
que no conoce fácilmente la partitura
de su propia música,
en cambio la música lo reconoce
en la ancestralidad de su presencia.
Mi cuerpo no deja olvidar las desmemorias
y los agravios.
Y aunque resuena
resuena
y resuena
también suaviza y borra
abraza y diluye
hace posible respirar
el agua celeste que lavó la herida” (pp. 64-66).
Los versos y palabras subrayadas van formando un compromiso poético desde la ética y el humanismo hasta conformar una estética, asunto muy presente en las poéticas latinoamericanas escritas por mujeres. El uso del pronombre posesivo (mi) y la pluralización de verbos y sustantivos tiene una función retórica por considerar, porque no es lo mismo leer “la muerta” que “mis muertas”. Desde el primer verso, el sujeto lírico expresa su compromiso por dar voz a todas aquellas muertas que caminan por su memoria, provocando un diálogo con el olvido[4] y con su cuerpo, que adquiere voz propia.[5]
Inclusive, en la poética nidiana, los huesos presentan una memoria humanizada, polifacética, extensa y casi divina; por eso, es necesario buscar o ahondar en cada una de sus partes (memoria-cuerpo ; cuerpo-memoria) para hallar palabras que no deben caer en el olvido y obtener un estado de sabiduría que le permitan, a la voz lírica, manejar el tejido, siendo este uno de los puntos que más se desarrollan, en su sentido polisémico, a lo largo del libro, junto con sus compañeros, los hilos, metáfora platónica de la filosofía metódica, pero además, en los diferentes poemas, de la vida, del pensamiento y en fin, como lugar sagrado de enunciación-creación que ya se hallaba desde la Odisea.
Dentro de la poética nidiana, en su conjunta evolución, existe un juego con la dualidad de las “cosas”,[6] esto es notable en la propuesta estética del cuerpo, lugar que puede manifestar ternura, asunto más asociado con lo biológico, pero también gritar, aspecto más asociado con lo social, o evocar música de su interior, elemento más vinculado con lo psíquico, mágico o espiritual, para romper las barreras del silencio; el olvido como antagonismo dialéctico de la memoria.
No obstante, este sentido estético que la crítica literaria más reciente denomina “feminista” es más rotundo en el poema “CUERPO” y por tanto, el resto del libro se enfoca en el recuerdo, la memoria y el olvido; se desprenden propuestas a considerar, desde la física cuántica, sobre lo que es el tiempo, dejando muy claro y con una carga filosófica, que recordar implica no olvidar y viceversa. Aunque, también, a veces olvidar, en su sentido polisémico, es ayudar a sanar la memoria, librarla de recuerdos tormentosos y estériles. No solo tiene un uso o posibilidad y justamente, esto responde al sentido estético y estilístico, bastante heterogéneo, de este libro.
Según Ricoeur (2000), todo acto de memoria remite al pasado y por eso, en latín, perdonar y olvidar se conservan, semánticamente, en el verbo ignoscere. Al perdonar se olvida, al olvidar se pierde la memoria y al perder la memoria se desvanece la identidad. Por eso, la poética nidiana, en el presente caso, es parte de un ritual donde se entretejen la memoria, la espiritualidad y la identidad política, en un sentido aristotélico de la ética, como objetos de búsqueda tanto en el interior del ser como de sus alrededores.[7]
Por ende, uno de los medios sobresalientes de expresión es a través de la sensibilidad de los espacios antropológicos, como sucede en el primer poema del libro “LLORAR DESDE EL VIENTRE DE MI MADRE”, en donde el sujeto retórico dialoga con la voz de su madre, quien se encuentra en un pasado atemporal,[8] y de esta forma, se irá apropiando de elementos asociados con las artes y al cuerpo como manifestación, para proponer que en el vientre existe un tipo de vida diferente al de afuera.
En el exterior, la vida se genera mediante el aire; dentro, por medio del agua; esto se sabe gracias a la posibilidad de escuchar las voces internas. El imaginario del cuerpo[9] se construye como un lugar de diálogo, uno de los mayores tópicos de la poesía escrita por mujeres. Es difícil encontrar esta construcción estética en poemas escritos por hombres, hasta hoy no se ha visto. Existe un fuerte sentir entre la realidad-ficción y por eso, en los poemas escritos por mujeres, a partir de los años setenta en Europa y los noventa en Centroamérica, se halla el apogeo de diálogos entre un yo realista y un alter ego que se manifiesta, en el caso del poema de Nidia, a través de referentes femeninos como Medea, Malintzin y Juana de Arco,[10] cuyas historias están llenas de dolor y la manera de acudir a ellas, para reivindicarlas, es por medio de una memoria que, según la propuesta de este poemario, debe protegerse de la amnesia, porque padecerla es perder la identidad, convertirse en un sujeto-objeto sin alma, sin materia.
Por otro lado, en los poemas de este libro no solo hay un interés hacia sí misma (sujeto poético) y hacia el de otras mujeres (tu lírico colectivo), sino también por aristas universales como la violencia, encargada principal de las guerras. Anamnesis apuesta por el humanismo como principio de salvación. Para ello es necesario citar el poema “ESCENA DEL CRIMEN”, en donde, además, se nota el constante uso de los recursos cromáticos como parte de la profesión de Nidia, artista plástica; la usual referencia a las emociones humanas “las lágrimas”[11] y el interés, por parte del yo lírico, de exponer la relevancia de analizar los discursos como herramientas de manipulación en los espacios político-hegemónicos de Centroamérica:
“Recojo con cuidado los trapitos de colores
que dejan a la vista el paisaje de las ciudades.
Anoto sus características.
Tienen señales de lágrimas,
partículas que sus dueños insisten en lavar
con el jabón más eficiente que encuentren
en una sobre oferta.
Restos de girones, paños, alfombras, se tienden en la
negación
en la desmemoria donde es, en apariencia más fácil,
reptar por el mundo mientras tengamos latidos.
Disecciono las noticias
todas las guerras están oxidadas por manipulaciones.
El juicio tiene los dientes amarillos
de tanta dentellada al nervio de los inocentes.
Presumo que la autopsia
será ejecutada con una mano escondida en la espalda,
y otros ojos anotarán los resultados convenientes
sin haber visto el cadáver” (p. 25).
De este poema anterior, aparte de lo dicho, cabe hacer un paréntesis para señalar la fuerza poética que posee Nidia Marina González Vásquez para construir imágenes con asuntos humanos, parte del día a día, entre ello, el tono amarillo que adquieren los dientes cuando se descuidan. Sin duda, se está frente a una ética y una estética del pensamiento humanista. En este caso, la voz lírica personaliza la justicia y revela que esta tiene dientes amarillos. Este asunto permite seguir observando el uso de una estética cromática. Además, acerca la lectura a la sensación de algo podrido, o próximo a ello, debido a la presencia de malos hábitos contra personas inocentes, en este caso, quienes menos recursos tienen.
También, esta construcción de imágenes ya mencionadas, se realiza no solo con elementos cotidianos, sino también arqueológicos. Hay recurrencia a imaginarios del pasado que caminan en el tiempo lineal, hilo temático a lo largo del libro, un ejemplo de esto se tiene en el poema “LOS DESTELLLO DE LA MEMORIA”, en donde lo cotidiano se refiere a procesos por los cuales deben pasar las mujeres, ejemplo, la menopausia y del pasado “real” que subsiste en un imaginario cuya manifestación es referirse a la idea de cuerpos que se comunican en diferentes y tan antiguos soportes como los jeroglíficos.
“He llegado a creer que los sofocos de la menopausia
-que se ven como sonrojos en las mejillas-
vienen de memorias ancestrales.
Saltan a la piel y nos asaltan
evocan una vergüenza imaginada
el sistema nervioso simpático del cuerpo
pronuncia su disculpa involuntaria,
reconoce la culpa de un recuerdo implantado,
pide perdón por pecados desconocidos
por improntas que habíamos olvidado
y que el recuerdo arrastra como un jeroglífico
una mancha que perdió su significado
y sin embargo duele y nos sonroja” (p. 27).
Por último, se desea cerrar refiriéndome a los poemas “SABER”, “IMPOSICIÓN DE MANOS” y “AVESTRUZ” que se citan de inmediato:
SABER
“Podemos intentar que el agua no tiemble cuando
lloramos
podemos borrar el vapor de la lluvia por un minuto
pero la memoria está endurecida hueso adentro
está repartida en los reductos de la visión.
La memoria sabe
pero le gana la herida
es poderosa pero le gana la muerte
la silencia el aparentemente apacible
mundo de la ignorancia”. (p. 28, los subrayados son propios).
IMPOSICIÓN DE MANOS
“El problema no es nacer
sino la imposición de manos que sostiene la mollera,
invisible, constante,
un candado va cercenando la memoria.
Cuanto más crecido el cuerpo
más honda su desmemoria programada.
Barrido religioso, político, amoroso.
Se nos imponen unas manos
como una gran señal de cruces que sangran
pedagógicamente agazapadas”. (p. 29, los subrayados son propios).
AVESTRUZ
La forzosa imagen de un avestruz escondiéndose
es una farsa.
Su cabeza pequeña hace un gesto
como besando la tierra
y el juicio humano lo convierte en cobardía.
El avestruz no esconde nada
es la cabeza de la humanidad
la que anda perdida.
La que se busca entre las piedras
o ni siquiera se ocupa de buscarse.
Es la cabeza humana
la que no cabe
en los ojos sorprendidos del avestruz.
En el primero, por medio de un intertexto con la propuesta de Cuadernos de Lanzarote de José Saramago, la voz lírica se muestra humana, habla por una colectividad, tanto de hombres como de mujeres y especifica, en lenguaje poético, que la memoria calla más cuando hay ignorancia. Esto permite denotar un compromiso rotundo con la idea de validar la importancia de la memoria, aspecto hallado, además, en los últimos versos del poema “RAÍZ”: “Si me arrancan mi memoria” / volveré por ella / las veces que sea necesaria”.
Lo anterior provoca que en el texto referido, principalmente los versos subrayados, perdure a lo largo de la historia o al menos es lo que se espera, porque en él se encuentra la sustancia que el mundo necesita beber en tiempos de crisis, tal cual lo propuso Saramago como metáfora del compromiso que deben tener los seres humanos a la hora de construir y reconstruir la historia: “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”. La voz lírica coloca un adverbio sustantivado para darle una mayor fuerza retórica a la ironía con la cual se dirige al mundo de la ignorancia, lugar al que se le trata de dar vida, presentándolo como uno de los tres guerreros que distribuyen la acción del texto, memoria-muerte-ignorancia.
En el segundo, el yo lírico desmantela la contradicción hallada en entes moralistas que exigen comportamientos por parte de sus seguidores sin ni siquiera lograrlo quienes piden. Esto se especifica en los últimos dos versos de la última estrofa, cuyo símbolo cultural remite a las manos de Jesucristo crucificadas en el madero, según la historia o leyenda, por “pecadores” que se hacían pasar por “santos”. Frente a ello, cabe recordar que Nidia Marina González vive en Costa Rica, país sumamente católico.
Y en el último o tercero, nuevamente, la voz lírica apunta a la idea de ver más allá de lo visible, el caparazón de las tortugas, las nubes que cubren el cielo y para ello utiliza el avestruz. Este animal le permite contraponer, en una fábula poético-paródica, su cabeza con la de humanos ignorantes, mismos que no comprenderán el valor que este libro posee para la historia y tradición literaria costarricense.
Boecio. La consolación de la filosofía. [P. Rodríguez Santidrián, trad.]. Alianza Editorial.
Genette, G. (2001). Umbrales. Siglo XXI Editores.
González Vásquez, N. (2022). Anamnesis. Nueva York Poetry Press.
Ricoeur, P. (2000). La Mémoire, l’Histoire, l’Oubli. Editorial Seuil.
Saramago, J. (1995 / 2010). Cuadernos de Lanzarote. Penguin Random House
[1] En referencia a San Ramón de Alajuela, Costa Rica.
[2] Uno de los temas nunca tratados por esta autora en su extensa producción literaria ha sido la poesía erótica [que no solo es un tema de mujeres, aunque sí, como se defendemos aquí, su mayor desgaste], debido a que, tal y como apunta por medio de comunicación personal, es consciente de que esta temática, por mucho, se ha convertido en un “cliché” dentro del medio costarricense, pues salvo maduras excepciones, cada vez se publican más libros que denotan trabajos faltos de madurez ni contacto y ruptura con la tradición, predomina una repetición de asuntos ya tratados en los años ochenta y noventa. No existe un interés de evolución, pues se desconocen las obras anteriores. Nidia no cae en esos vicios, pues antes que escritora es lectora apasionada. Así lo comprueban sus poemas.
[3] Denominación propia.
[4] Ambos puntos, como se aprecia más adelante, caminan de la mano.
[5] En este libro se propone que el cuerpo es un elemento cuya necesidad principal es la comunicación, pues tiene memoria, véase, además, la humanización de la memoria en el poema “MEMORIA DE PIEL”, p. 53.
[6] Entiéndase “cosas” por los objetos, aquello que se mueve, un claro ejemplo el poema “ASALTO”, pp. 42-43.
[7] Humanismo: preocupación por lo que sucede con las demás personas en el mundo, para luego intentar proponer soluciones desde la palabra, concebida como granada que no busca asesinar, sino intentar construir, mediante imaginarios, un mundo mejor.
[8] Es un ayer que, por medio de la memoria, adquiere sentido de hoy y de mañana; el tiempo lineal desde la física cuántica o post-einsteniana que ya se halla en el libro V de De consolatione philosophiae de Boecio, como sucede en el poema de Nidia “SOBREVIVIR”, p. 40.
[9] En el poema “CELEBRACIÓN DEL HUEVO”, p. 23, se propone que el cuerpo de la mujer es una galaxia que guarda vida y se manifiesta la eufonía y aliteración: ovario-oráculo-oruga-huevo
[10] También se hallan animales, ejemplo, la cigarra y la mención a las fases lunares, elemento femenino por antonomasia y asociado a los ciclos.
[11] Cabe recordar que ni siquiera los héroes homéricos podían resistirse a las lágrimas, claro ejemplo, Ulises.