EL SOL QUE NOS PEGABA EN LA CARA
después de dormir dos horas
para devolvernos al mundo
y demorarse en tu mirada
en el patio de esta casa,
el mismo sol que apunta
a tus sábanas en las mañanas
ahora se tambalea
en el punto más bajo del cielo
pálido, solitario.
Desconozco las leyes naturales
que aplican a este momento,
también ignoro la razón por la cual
no estamos juntos en este segundo, amor
pero sí conozco un secreto,
quizás pueda invitarte a salir
y lo veas conmigo
el sol y estas calles
recuperarían su color.
*
¿Quién podrá negarme
que anhelar un recuerdo
termina por crearlo?
Tengo un poema por ende
tengo pocas cosas.
Aquí dentro
algo
que bombea sangre
simula que explota
y sigue.
Lo escucho
casi todo el tiempo, suplica
que hable del amor
con lentitud,
la violencia también
debe calcularse.
*
Me zambullo en una flor
descalza
aguanto la respiración
para abandonar
todos los recuerdos
que ya no me pertenecen.
*
La última gota del atardecer
se escurre y se seca
en mi espalda
mientras los insectos de barro
se aferran a mi piel.
Nadie creería
que el mundo
ha cargado sobre mí
la ausencia del viento.
*
La predicción
de una primavera ausente
me estremece
con el mismo rigor
con el que le temo
a las evidencias del olvido.
*
Nuestros cuerpos moribundos
se nos van por los ojos.
Derretida
la lluvia
nos encontró imitándola,
ahora,
la muerte
es el único escape.
*
Como si
la carne del cuerpo
no se ajustara al viento,
un rayo de sol
me esquiva a su paso
de florecer sin pétalos,
sin semillas
ni frutos divinos
me condena a la espera.
Un rayo de sol
me abandona en la lluvia de agosto, como si
la carne de este cuerpo
no mereciera
de tiempo, un poco.
*
En pequeños trozos
segundo
a segundo
emancipar nuestra sombra
para que sea libre
y que encuentre formas de flor
o eventualmente,
en el peor de los casos,
resuelva por su cuenta
volver a nuestros pies.
*
EVA
¿Por qué la humanidad
ha condenado a Eva?
Si lo único que sabemos
es que fue una niña
abandonada
en un jardín sin flores,
sin madre.
Una niña asustada
junto a un hombre desnudo,
hambrienta
bajo un árbol de manzanas,
indefensa
a la vista de Dios.
*
Estuve despierta
toda la noche y le pedí gestos a dios
le pedí, sí
que cada pedacito desalmado se desprenda
de mis partes muertas pero
cobarde y abatida
antes de que todos llegaran
las oculté en la tierra húmeda.
Siempre fui la primera en esconderme.
Ahora inclinada sobre un lado de mi cuerpo
me pregunto,
¿quién estará a salvo de esta misma culpa?
*
MIEDO
El miedo
envuelve con arena caliente mis pies.
Me permite
jugar un rato en el agua,
aprueba mis mentiras,
pero nunca me deja llegar
a la boca de la orilla
sin ahogarme.
*
APRENDÍ A CALLAR
cuando me vi idéntica
a una gigantesca ola
que
bran
do
a centímetros de una orilla
dispuesta
a ganarse el mar.
*
NO ALCANZAN
los mapas del mundo
para conocer el agua
y saciar la sed
pero
cabe el recuerdo del mar
en una pequeña caracola.
*
Otra vez digo que sí,
pierdo mis hojas,
abandono esta ilusión.
La arranco de raíz, consiento otra herida semejante
a cien guillotinas formando un bosque
que limita mi voluntad.
Es este el equilibrio
por el cual me cuesta la vida
saber esperar
a que poco de luz entre
en mi cuerpo hueco
y lo tome como refugio
cuando me ampare.
Sharon Gorosito (Pilar, Buenos Aires, Argentina 2000) Estudia un Profesorado en Lengua y Literatura y tiene una Diplomatura en Gestión de Mediación Cultural por la UNGS. En 2020 formó parte de varias antologías incluyendo el libro federal El beso que no di, de Ediciones Arroyo; la columna literaria “Vidas en letra” de Posdata Digital; y el blog de difusión poética Abrigo de pétalos. Y publicó Caen las estrellas hasta tus ojos, su primer libro de poemas, con Halley Ediciones.