Sentimos a la palabra rajarse, abrirse como se abre la herida o la imagen que deshoja en capas su lucidez. Una granada estalla y, al ritmo de los versos que nombran las cosas, todo se convierte en revelación, en símbolo tan antiguo que renueva su potencia ante nuestros ojos asombrados.
Y es que el dolor también crea. También vuelve, en cada acto de guerra, como piedra fundacional a erigir un universo, un linaje de almas que purga su murmullo a carne viva como esas nueve lunas en gravidez de las que nos habla la poeta colombiana Martha Cecilia Ortíz Quijano. ¿Lunas rojas, renacidas?
Estos ocho poemas seleccionados (seis del libro Desde la otra orilla y dos inéditos) parecen postales de alguna geografía que de tanta realidad se presume delirante: territorio atravesado de alfileres como mariposas, porque en los caminos la agonía insiste, pero la poesía levanta su mano para conjurar la muerte.
Se rehace la mujer en sí misma devorando lo que fue antes. Pone en su lengua el relámpago que la calcina como el eterno fuego del combate, duende de ojos áureos que cierne lo insólito de su locura y pide culto fermentándose en la acritud del vino. Pero la palabra siempre tiene el poder de transformar y en esa licencia se convierte en libro mágico. Que sean los lectores quienes viertan la rareza de la miel para exorcizar la pena.
Amarú Vanegas
VIDA
¡Estoy pariéndome!
Encontrando en mí
a todas las mujeres que alguna vez
habitaron este cuerpo, ahora, tan imperfecto.
Nueve lunas en gravidez,
se comprimen, se expanden.
Semilla engendrada,
fermentada en vino agrio.
Mi vientre hinchado
carga un alma antigua,
su luz contra mi espejo estalla.
Estoy pariendo
y no es un hijo el que me desgarra por dentro,
no es un niño anidado en mi útero,
no es a quien meceré para calmar mi llanto.
No, no será un hijo
quien saldrá de este cuerpo contraído.
Seré yo: ¡renacida!
De Desde la otra orilla (2020 – 2022)
PARTIDA FALLIDA
Le he visto los ojos a la muerte,
afilar sus colmillos frente a mí.
En esas noches de insomnio
el prisionero cuenta las horas antes de alzar el vuelo,
el dolor no es más que una simple respuesta
en que alfileres lesionan mi cuerpo.
Las noches llegan con toda su furia.
La muerte se pasea por mi casa como si fuera la de ella,
en mi herida su mano sanadora es calma.
No tengo más oraciones entre mis dientes
que pueda ofrendar antes de la partida.
Una alondra a mi ventana llega,
su canto entristece la mañana,
una borrasca presagia aciagos tiempos,
he cruzado el lado oscuro del espejo.
Caronte de la mano me ha devuelto a la orilla
de donde no quería regresar.
De Desde la otra orilla (2020 – 2022)
KALI
Siete serpientes salen de tus entrañas,
se arrastran y cubren tu cuerpo de medusa
en noches de antifaz y lujuria,
tus calles se vuelven río.
Tus senos; cerros empinados,
derraman leche sobre la herrumbre de la ciudad.
Kalika;
diosa-ramera,
destructora de esta “sucursal del cielo”.
Kali, mujer de vientre estrecho y valle extenso,
de tu tierra brota dulce veneno,
llevas el caos entre tus piernas
y sobre la espalda
la sangre caída de tus hijos.
De Desde la otra orilla (2020 – 2022)
EL PARQUE
Las horas se esconden de las sombras,
le cuchichean a la noche
para no ser acribilladas por el miedo.
Los gatos salen a hacer guardia,
el parque no hila más historias de amor.
Se han quedado solas sus bancas.
De Desde la otra orilla (2020 – 2022)
UN PASO-ANCHO DE RÍO
Dos mundos lejanos se miran de soslayo.
La muerte hace ronda cada jueves.
Un camino de sangre corre río abajo.
El lado izquierdo
lucha desde su orilla con uñas y dientes,
la otra,
detrás de las vidrieras, ellos se esconden de las balas.
El infortunio no los toca.
Del otro lado del río,
allá donde nacen sueños como pájaros,
han visto, de cuando en cuando,
caer árboles en medio de la avenida.
Llueven piedras desde este rincón de cielo,
desde este jardín de asfalto.
Los cardúmenes nadan en contracorriente
para alejarse del anzuelo del cazador al brotar el día.
Cae la tarde,
un puñado de risas
desaparece de la ciudad.
De Desde la otra orilla (2020 – 2022)
EN MI PAÍS, TODOS LOS DÍAS MUERE GENTE
Collares de niños muertos
nos cuelgan de las entrañas.
EMILIA AYARZA
En mi país,
todos los días muere gente,
no importa
si son niños que aún no hacen camino
o si es gente
con ojos de atardeceres.
Mueren entre bombas y disparos
o en una apacible noche rodeados de queridos seres.
Las estadísticas salen cada mañana en el telediario.
En mi país,
muere gente en manos asesinas,
a fusil (tiro de gracia),
bombardeados
o acribillados, mariposas crucificadas con alfileres.
Tampoco se salvan las mujeres calcinadas por el relámpago
ni líderes que luchan por nobles causas
ni los hijos de tantas madres
a las que no les alcanzan lágrimas para llorarlos.
En mi país,
a la vida la matan sin siquiera alzar vuelo.
No hay cementerio para tantos muertos.
¡El dolor y el sobresalto
son la constante en el paisaje!
Inédito
AL OTRO LADO DE LA NOCHE
A mi hermano Manuel A. Ortiz,
(mi otro padre).
Un resplandor,
grieta en tu corazón:
respiración leve,
pausado movimiento de pulmones,
nos indica que sigues vivo.
Pero tus ojos al otro lado de la noche.
Hermano,
hemos llevado en el lomo
siempre
ese peso duro de la muerte.
El día espera a que regresen tus manos
esas mismas que en la infancia
amasaron el pan junto a la abuela.
La vida ha dejado de ser
lámpara de aceite en los caminos
ahora…
árbol de hojas marchitas,
moneda que se tira a suerte.
Hermano,
te hablo al oído,
abre los ojos
nuestra madre te espera
respira
respira
respira
que aún no es tarde
para reiniciar la vida.
Inédito
EL CIELO SUELE VESTIRSE DE COLORES EXTRAÑOS
¿Dónde está el lugar
al que todos llaman cielo?
LUIS A. SPINETTA
La muerte insiste.
Hoy, hacha,
un árbol ha derribado.
Roble desgajado desde la raíz
ha roto sus ramas,
sus hojas tumbado.
El cielo suele vestirse de colores extraños:
naranjas hechas nubes,
violetas deshojadas,
azules casi negros.
Suele vestirse de relámpago al borde de la ciénaga,
a manigua,
a ángel quemado en la hoguera.
Se viste del dolor, sangre derramada en la tierra.
La muerte insiste
hoy, el cáncer
la flecha
la bala.
El hombre le huye a la muerte,
ella lo apresa entre sus fauces
―venado en el hierro de la trampa―.
Su corazón ha estallado.
Pronto, renacerá un arcoíris.
Inédito
Martha Cecilia Ortiz Quijano (Colombia). Poeta, curadora y politóloga residenciada en Cali. Ha sido invitada a diferentes festivales dentro y fuera del país. Sus poemas han sido publicados en antologías y revistas de Colombia e Hispanoamérica. Publicaciones: De Eros a Tánatos (2003), Trébol de cuatro hojas (2014, coautora), Desde la otra orilla (2020, 2022), Cuerpos habitados (2021, coautora) y Cali: territorio literario (2022, coautora). Luz al vórtice de las palabras (Antologadora).